viernes, enero 11, 2008

Lama Garchen, símbolo del perdón y la no violencia

Por Miguel Ángel Cárdenas
http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2008-01-06/lama-garchen-simbolo-perdon-y-no-violencia.html

Y la ira se irá: De todas las emociones la ira es la peor. Te destruirá a ti y a los otros. Si atacas una vez, ellos lo harán dos veces y así por siempre. Piensa que si la ira surge nuevamente es como cometer suicidio, vivifica Lama Garchen, el monje tibetano de 72 años quien ríe por el mundo con una ingrávida enseñanza: "Concibe y trata a todos los seres vivientes como si fueran tus madres". Sobre todo a quienes te hacen daño. Por eso, él dedica su mayor cariño de hijo fiel a los chinos en el poder.
Extraña, incómoda, sospechosa, difícil de creer esta enseñanza de amor incondicional en un mundo en que todos somos metafóricos israelíes y palestinos en pugna. De todas las emociones la ira es la peor. ¿Cómo puede querer a sus celadores alguien que en 1959, a los 24 años, concentrado en alcanzar la iluminación, fue apresado en medio de incompasivos bombardeos y llevado a las penumbras de un campo de concentración? Te destruirá a ti y a los otros. Como que esa no es la forma nacionalista o globalizada de luchar contra una ocupación que hizo de esta tierra con pueblos asentados a 4.500 metros sobre el nivel del mar y circundada por las cordilleras con mayor altitud del planeta (en la frontera con Nepal se encuentra el Everest) una subdivisión administrativa y autónoma de China. Si atacas una vez, ellos lo harán dos veces y así por siempre. Pero lo único que hizo Garchen fue meditar en secreto, con la suerte de encontrarse raudamente, en los trabajos forzados, con su maestro Khempo Münsel. Piensa que si la ira surge nuevamente es como cometer suicidio. Y, por esto, lejos de matarse, se iluminó en la cárcel.
HISTORIA DE LA LUZ
Hay una historia inusual. La del abad del monasterio Namgyal que también fue liberado después de veinte años, a quien el Dalai Lama le preguntó si en esos lóbregos años había sentido miedo y aquel respondió: "Sí, mi mayor miedo fue perder la compasión por mis captores". El caso de Lama Garchen es aun más inusitado porque dice, con la sonrisa que tendría un niño que es elegido "mejor amigo" en el colegio todas las primaveras, que ese miedo jamás lo encarceló.
Hay que conocer su historia para entender a este inaudito hombre que al verlo suscita sentimientos paternales (alguien una vez se preguntó qué pasaría si concibiéramos lo supremo más que como un padre, como un hijo; ¿qué tan inédito sería ese amor?), que hace bromas infantiles sin idioma, ríe de ceja a ceja y cuya única solemnidad es hacer girar sin aburrimiento su molino de oración.
Garchen es un maestro del linaje Drikung Kagyu del budismo mahayana. El mahayana o Gran Vehículo no solo busca la liberación personal del sufrimiento, sino que cada acto, cada sensación, cada pensamiento, cada propósito esté inspirado en conseguir la iluminación total de todos los que llaman "seres sintientes" (es decir, desde un ser humano --sea tirano, torturador u hombre digno-- hasta los insectos, plantas y bacterias).
Ellos llaman a este mundo que vivimos samsara: una ilusión de la mente que nos obliga a la cadena de vivir, morir y renacer en el sufrimiento. La iluminación sería la liberación completa de los apegos y deseos de esa mente ilusoria y sufriente en un nirvana: un estado eterno e inefable de amor, compasión, sabiduría, gozo y libertad absoluta, donde desaparece cualquier dualidad (vida-muerte, amor-odio, material-espiritual...); más allá de toda frontera, tiempo y espacio. La llave para lograrlo sería la meditación.
El procedimiento budista tibetano del reconocimiento de un gran lama es complejo y mágico para los occidentales. Siguiendo su cosmovisión tiene que ser un renacido, que será reconocido por otros eminencias en sueños, por astrología u oráculos. En el caso de Garchen los maestros miraron un lago divino: "y ahí se vio como en un espejo dónde encontrarlo". Así fueron a buscarlo a su paupérrimo pueblo, al que se llegaba cabalgando un mes a caballo, en la diluida frontera con China.
Siguiendo la cosmología de la reencarnación: En el siglo XIII, Garchen habría sido un prominente maestro fundador, Siddha Gar Chodingpa; y en el siglo VII, en la India (el budismo nació allí), fue Aryadeva, el ministro del Rey del Dharma Songstsen Gampo. Por esto, fue entronizado a los 7 años cuando lo llevaron al monasterio Hlo Miyal, que administró desde los 11 años (la sabiduría precoz es un valor en el Tíbet).
PREGUNTAS SIN PAZ
Sólo habla tibetano este lama que fue liberado por presión internacional en 1979 y a partir de esa fecha se afanó en la reconstrucción del monasterio Drikung Kagyu, en reestablecer las enseñanzas antiguas y en construir escuelas para niños del Tíbet oriental. Por eso, conversar con él fue difícil. Sobre todo hablar de China, porque lo expone a que le prohíban ingresar otra vez. ¿Pero cómo alguien podría vedarle el ingreso a un monje que ama a los chinos en el poder más que ellos mismos, que jamás habla mal de ese país pese a todo y que en el colmo de la generosidad los mira como si fueran sus madres?
Garchen hace gestos risueños como si quisiera ponerse a jugar adivinanzas y trabalenguas. Y en triple traducción responde algunas preguntas más por simpatía, porque preferiría hablar del dharma (la enseñanza). ¿Los comunistas dicen que el Tíbet antes era una dictadura oscurantista de lamas, que era muy pobre y tampoco había democracia que reivindicar? "Antes los lamas y los reyes tenían el poder, es cierto. Había lamas ricos y pobres, monasterios ricos y pobres, como ahora. No es quitando que se soluciona, ahora hay más delincuencia, más pobres, es más peligroso. Pero todo es el karma".
Karma es la ley de causa y efecto, la traducción oriental de la justicia divina: "el que la hace, la paga", "el que a hierro mata, a hierro muere", "todo rebota", "no hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti". ¿Entonces qué pasó con el Tíbet, tenía un mal karma colectivo, antes fueron ustedes quienes dominaron a la fuerza y se están purificando? "Sí. Todo tiene karma y a eso se debe el sufrimiento. Mucha gente tiene rencor, heridas por lo que le pasa... Pero no hay que pensar que es bueno o malo sino karma, sin juzgar. Cuando estuve preso desde los 24 hasta los 44, yo pensé en el karma sin odio y meditando encontré paz, felicidad, sin resentimientos". ¿Se merecía usted separarse de su familia y sus maestros? "Mi familia huyó a otro país. Cuando estuve en la cárcel, muchas personas sufrieron daños y cuando salí regresé a mi pueblo y vi a la gente sin educación, con mi monasterio destruido y con ayuda de muchos países iniciamos su reconstrucción. Hoy tenemos colegios para niños y discípulos de toda Europa".
¿El karma al final fue para bien, si no, no se hubiese iluminado a los 40, como dicen sus seguidores? "En la cárcel tenía que trabajar con ladrillos, también en el campo y lo hice, es mejor no enojarse, meditar con paciencia. Externamente no podía, pero me quedaba quieto, practicaba la calma y meditaba adentro en el amor y la compasión hacia todos, identificándome con mis maestros. La iluminación llega cuando la mente se realiza, sin pensamientos aflictivos, sin sufrimiento; las cosas positivas vienen, las negativas vienen e igual uno tiene amor por todos los seres, sin discriminación".
El propio Dalai Lama ha reconocido a Lama Garchen como un gran "bodisattva": alguien que no tiene ego, que solo renacería para ayudar a los demás, hasta que desaparezca el sufrimiento de todos los seres sin excepción. ¿Qué opina de los monjes de Birmania y su trágica revolución azafrán? "Los monjes quieren ayudar a más gente, lo hacen para ayudar". ¿Después de veinte años preso qué le pareció viajar a Occidente? "Tienen mucho ego, pero mucho conocimiento, mucha educación. Esto sirve a lo espiritual. Sin embargo, no respetan a padre y madre ni a sus maestros. Y el primer amor y compasión es por la madre y el padre".
EL FIN DE LOS FINES
Lama Garchen es uno de los budistas que más amor ha demostrado por el cristianismo. "Cristo es un 'bodisattva', un iluminado que enseñó amor, compasión, generosidad, moralidad, paciencia y perdonó a quienes lo mataron. Entonces tiene mucho conocimiento, quiere sacar a todos los seres de los sufrimientos infernales".
Si hay algo que cuesta a los occidentales con respecto al budismo, es que no conciben a un Dios, no lo niegan (no son ateos) ni lo afirman. "Dios es como la iluminación de tu mente. Dios es el amor y la compasión. El budista también lo cree, pero de frente", sonríe entusiasmado y se levanta, como si quisiera jugar yan ken po con los pies. ¿Si es tan feliz, ya nunca llora, ha abolido sus lágrimas? "No, pero cuando miro el sufrimiento del mundo puedo llorar porque hay compasión, no quiero sus sufrimientos. Pero normalmente soy feliz, estoy en paz hasta lograr la iluminación de todos los seres". Hasta lograr el paraíso en la mente, en buen cristiano. O la iluminación de todas y cada una de sus madres, en buen budista.
Y sin embargo, ama a China...
En 1950, el ejército chino invadió el Tíbet, que era un Estado teocrático, esgrimiendo que formaba parte de su territorio; y venció con facilidad al desmedrado ejército tibetano. En 1959 bombardeó y aplastó todos los focos rebeldes, ocasionando la muerte de miles de tibetanos que no estaban de acuerdo con la actitud no violenta de sus lamas. Ese año el decimocuarto Dalai Lama, quien era el tradicional gobernante del país, huyó a la India, a los 15 años, disfrazado de militar. Y estableció en la frontera un gobierno en el exilio.
En 1965 China culminó la desposesión de las tierras, la secularización de la vida social, la construcción de carreteras con la esclavitud de mano forzosa tibetana y, un año después, con la revolución cultural maoísta, destruyó más de 6 mil monasterios junto con millares de tesoros y escritos de los lamas. Cientos de estos fueron torturados, ejecutados públicamente y apresados. (Hoy la libertad religiosa --al estilo del capitalismo de Estado-- ha sido reasumida, siempre que no tenga cuestionamientos políticos). El Tíbet, junto con la India, siempre suscitó la fascinación occidental por lo místico. Fue notorio un occidental que se hizo pasar por monje tibetano, Lobsang Rampa, para escribir un 'best seller' "El tercer ojo". Aquí contaba una rocambolesca operación de taladro al entrecejo. También ha motivado fascinación en el cine actual, sobre todo con "Siete años en el Tíbet", de Jean-Jacques Annaud, "El pequeño Buda", de Bernardo Bertolucci, y "Kundun", de Martin Scorsese. (La cosmovisión budista puede entreverse en la primera película de la saga "Matrix").

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