viernes, diciembre 18, 2009

Eduardo Galeano

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.

No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.

Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales.

¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores.

¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.

¡Guardo los vasos desechables!

¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez!

¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plástica de los pollos!

¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!

¡Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!

¡Es más!

¡Se compraban para la vida de los que venían después!

La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas de loza.

Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.

¡¡Nos están fastidiando! ! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.

¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de las Nike?

¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommiers casa por casa?

¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?

¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?

Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más basura.

El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.

El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero!!

¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de... años!

Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)

No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan.

Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De 'por ahí' vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo', pasarse al 'compre y tire que ya se viene el modelo nuevo'.

Mi cabeza no resiste tanto.

Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.

Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.

Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?

¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?

En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos.. . ¡¡Cómo guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡¡Guardábamos las chapitas de los refrescos!! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos!

¡¡¡Las cosas que usábamos!!!: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus. Y las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón. Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón. Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor.

Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡¡Los diarios!!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!!!

Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los cuentagotas de los remedios por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos. Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posa-mates y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'éste es un 4 de bastos'.

Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo.

Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡¡¡ni a Walt Disney!!!

Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡¡¡minga que la íbamos a tirar!!! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.

Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡No lo voy a hacer!!! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables.

Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour.

Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la 'bruja' como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la 'bruja' me gane de mano y sea yo el entregado.

Hasta aquí Eduardo Galeano

miércoles, septiembre 30, 2009

¿Suerte o desgracia?

Había un rey que tenía una persona de su absoluta confianza que llevaba siempre con él a cualquier lado y ante cualquier duda le preguntaba, esta persona siempre le decía lo mismo

"Mi señor todo lo que pase es para tu bien".

Un día estando de cacería el rey se amputó un dedo con su arco, ante su infortunio le pregunta a su consejero

"¿Por qué me ha pasado esto a mi?"

Él le respondió como siempre:"Todo lo que pasa es por tu bien"

Al escuchar esto el rey se enojó mucho y lo hizo encerrar por toda su vida.

Pasado unos meses el rey sale nuevamente de cacería, al pasar por un bosque que no conocía lo atraparon unos aborígenes antropófagos, antes de comérselo lo revisaron y vieron que le faltaba un dedo, entonces se asustaron mucho y lo dejaron ir ya que si la persona no estaba entera no podían comerla, según sus creencias tendrían mucha desdicha.

El rey con una gran alegría volvió e hizo soltar a su consejero y llenándolo de disculpas y de regalos le dijo:

"Cuánta razón tenías mi buen amigo, ahora déjame hacerte una pregunta, ¿cuál fue tu beneficio el que yo te haya encerrado?"

El hombre respondió:

"Oh mi rey. Yo siempre estaba contigo día y noche, si no me hubieras encerrado habría ido contigo de cacería y a mi no me falta ninguna parte del cuerpo".

Franklin Rivera

jueves, septiembre 03, 2009

Presencia

¿Dónde debo buscar la iluminación?
Aquí.
¿Y cuándo tendrá lugar?
Está teniendo lugar ahora mismo.
Entonces, ¿por qué no la siento?
Porque no miras.
¿Y en que debo fijarme?
En nada. Simplemente mira.
¿Mirar qué?.
Cualquier cosa en la que se posen tus ojos.
¿Y debo mirar de alguna manera especial?
No. Bastará con que mires normalmente.
Pero ¿es que no miro siempre normalmente?
No.
¿Por qué demonios?
Porque para mirar tienes que estar aquí, y casi siempre no lo estás.

www.acharia.org

viernes, agosto 21, 2009

Libertad

El agua fluye a través de tu cuerpo
a pesar de él.
Las emociones fluyen a través tuyo,
a pesar de ti.
Dejarte llevar, dejarte fluir,
es la única libertad
que puedes sostener eternamente.

http://lahijadeljaguar.blogspot.com/

martes, julio 07, 2009

Cómo aprovechar el tiempo

REPORTAJE: PSICOLOGÍA

Cómo aprovechar el tiempo

05/07/2009

Organizarse, ordenar, pararse a reflexionar y encontrar espacios para el disfrute y el ocio son la mejor garantía para ganar la partida al reloj.

Si realizáramos un ranking de las frases que más pronunciamos en la actualidad, en los primeros puestos seguro que encontraríamos la de “no tengo tiempo”. Si este mismo análisis lo hubieran llevado a cabo con nuestros abuelos, esta queja no la habríamos encontrado como una de las primeras. Y sería bonito pensar que vamos a superar esta fase de obsesión por el reloj y que en las próximas generaciones esta lamentación por la escasez de tiempo volverá a desaparecer.

Sólo tenemos una vida, y desaprovecharla nos da pánico. Vivimos con una sensación de fondo de que quizá podríamos aprovechar más el tiempo, que podríamos estar haciendo más cosas, que podríamos llegar más lejos. Nos sentimos culpables si el tiempo no es “productivo” o “rentable”.

El tiempo improductivo nos pesa, y no sólo en el terreno laboral, sino incluso en nuestros espacios de ocio. Las vacaciones son un buen ejemplo; más que saborearlas, las convertimos en productivas de alguna forma: para dar una imagen ante los demás, para acopiar recuerdos y fotografías para el futuro…, para algo más que el simple disfrute.

Les propongo reflexionar sobre nuestro tiempo con el siguiente cuento:

“Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno, y las condiciones de trabajo, mejores aún, así que el leñador se propuso hacer un buen papel.

El primer día se presentó al capataz, que le dio un hacha y le asignó una zona del bosque. El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar. En un solo día cortó dieciocho árboles.

–Te felicito, sigue así –dijo el capataz.

Animado por estas palabras, el leñador se decidió a mejorar su propio trabajo al día siguiente. Así que esa noche se acostó temprano.

A la mañana siguiente se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo su empeño, no consiguió cortar más de quince árboles.

–Debo de estar cansado –pensó. Y decidió acostarse con la puesta del sol.

Al amanecer se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad. Al día siguiente fueron siete, luego cinco, y el último día estuvo toda la tarde tratando de talar su segundo árbol.

Inquieto por lo que diría el capataz, el leñador fue a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se estaba esforzando hasta los límites del desfallecimiento. El capataz le preguntó:

–¿Cuándo afilaste tu hacha por última vez?

–¿Afilar? No he tenido tiempo para afilar: he estado demasiado ocupado talando árboles”.

Es obligatorio que paremos y afilemos nuestra hacha. La forma de hacerlo es conociendo las trampas en las que solemos caer por culpa de esa sensación de falta de tiempo.

Trampa 1: correr

La rapidez, que es una virtud, engendra un vicio, que es la prisa (Gregorio Marañón)

Los humanos somos tan inocentes que nos llegamos a creer que si corremos podremos llegar a todo lo que nos hemos propuesto. Incluso queda bien correr y decir “estoy muy ocupado, no tengo tiempo, tengo prisa”. De hecho, si alguien dice que le sobra tiempo, empezaremos a sospechar que no trabaja mucho, que no es muy normal.

Lo lamentable es que en aquellos casos en que no queremos correr, los demás nos contagian. Tendríamos que apearnos todos a la vez de las prisas. La gran mayoría de mis alumnos de primero de la licenciatura de Psicología son jóvenes de unos 18 años que, obviamente, están estudiando la carrera porque quieren ejercer como psicólogos. Sin embargo, entre mis alumnos hay unos pocos que son personas más mayores, de entre 30 y 50 años. Las motivaciones de esta minoría son muy distintas. Cuando hablo con ellos me comentan que estudian psicología por placer. A medida que avanza el curso, cada vez los veo más estresados, y al preguntarles el porqué de su estado, me suelen comentar que es el ambiente del resto de compañeros jóvenes lo que les genera estrés. Entran en la universidad para aprender y disfrutar, pero acaban preocupados por las notas. Ellos no tienen ninguna prisa por acabar, pero terminan teniéndola al igual que el resto de los estudiantes. Y con esas prisas, sus ilusiones iniciales de disfrutar se ven truncadas. El río de las prisas los arrastra a ellos y a todos.

Trampa 2: eliminar actividades gratificantes

El trabajo más productivo es el que sale de las manos de un hombre contento (Victor Pauchet)

El día tiene 24 horas, así que como no podemos alargarlo recortamos la lista de cosas por hacer. Desgraciadamente, las que eliminamos son las actividades no productivas, es decir, las placenteras. Y pensamos que si nos queda algún hueco ya iremos a tomar un café con nuestro amigo o nos daremos un paseo, lo cual al final no sucede nunca.

No somos conscientes de que si vamos eliminado lo que realmente nos gusta, nuestro estado de ánimo se resentirá y nos influirá negativamente en nuestra productividad. Tener nuestra hacha afilada para poder cortar muchos árboles significa, entre otras cosas, tener un buen estado de ánimo. Y lo más peligroso es que si dejamos de hacer lo que nos gusta, al final no nos gustará hacer nada.

Entre las actividades gratificantes que eliminamos es usual encontrar el ejercicio físico. Los gimnasios viven de las personas apuntadas que tienen el firme propósito de ir, pero que por falta de tiempo no acuden nunca. Tener una hacha afiliada significa también estar en buen estado físico. Si eliminamos el ejercicio físico porque nuestro trabajo no nos deja suficiente tiempo para él, paradójicamente también acabaremos produciendo menos.

Trampa 3: No hacer un hueco para ordenar y planificar

No hay como el orden para enseñar a ganar tiempo (anónimo)

Recordemos las últimas palabras del leñador: “¿Afilar? No he tenido tiempo para afilar: he estado demasiado ocupado talando árboles”. Estamos demasiado ocupados trabajando para parar y ordenar. Y el orden es imprescindible para optimizar nuestro rendimiento.

Las madres nos solemos asombrar de cómo pueden las guarderías manejar a tantos pequeños, cuando nosotras sólo con los nuestros tenemos tanto trabajo.

Fijémonos cómo suelen organizar el tiempo: cada actividad tiene tres partes muy marcadas: 1) preparación, 2) desarrollo de la actividad, y 3) recoger. En nuestro trabajo, en nuestra vida, la parte dedicada a recoger muchas veces nos la saltamos para pasar directamente al siguiente punto de la lista de cosas por hacer. Y es muy importante ordenarlo todo si queremos ser realmente productivos. Los beneficios del orden no hace falta ni nombrarlos: ¿cuántos ratos hemos perdido por papeles traspapelados?

Tener en cuenta las tres fases también es imprescindible cuando planificamos el día. Normalmente no somos muy buenos calculando el tiempo, y por eso siempre nos frustramos cuando no logramos tachar todas las tareas de la lista. Cuando calculamos, no somos conscientes de las tres fases, sólo pensamos el tiempo que nos va a llevar realizar la actividad, pero no computamos el tiempo de preparar y recoger. Ser conscientes de que cualquier actividad requiere de estas tres fases nos hará ser mucho más realistas cuando calculemos nuestro tiempo.

Cuando planificamos, solemos ser muy optimistas y no pensamos que vamos a tener imprevistos. Y los imprevistos es lo más previsible que existe. No solemos prever que quizá cuando subamos al coche tendremos que ir a poner gasolina, que hoy recibiremos algunos e-mails urgentes, que nos llamarán del colegio de nuestro hijo porque tiene fiebre.

Tenemos que planificar la jornada de una forma que nos quede el día muy holgado para dejar espacio a los imprevistos. Cuando vamos al médico, siempre tenemos que esperar. Si preguntamos, nos explican que necesitan más tiempo por paciente y que además hay urgencias que se cuelan. Hasta aquí se entiende; lo que es más difícil de comprender es que si siempre hay urgencias y siempre se necesita más tiempo por paciente, ¿por qué los que realizan las programaciones no lo tienen en cuenta cuando nos dan hora para la cita? Igual que ellos deberían dejar tiempo para las urgencias que seguro aparecerán, nosotros, cuando calculamos nuestro tiempo, debemos pensar que indudablemente nos surgirán imprevistos.

Trampa 4: no parar

para reflexionar

El tiempo de la reflexión es una economía de tiempo (Publio Siro)

Si el día no nos llega para cumplir todas las obligaciones, o nos llega pero a costa de nuestro bienestar, está claro que nos hemos de parar a reflexionar sobre qué obligaciones eliminamos.

En los seminarios sobre este tema, cuando les propongo a los asistentes que eliminen obligaciones de su agenda, la respuesta inmediata es: “¡imposible!”. Algunas personas se quedan encalladas en este “imposible”, pero otras van más allá. Y entonces empiezan a reconocer que algunas obligaciones son en realidad autoexigencias. No es fácil llegar a esta conclusión.

Una de las autoexigencias que “desde fuera” se ve más clara es la obsesión por la limpieza. Existen muchas mujeres (porque es una obsesión más típica del sexo femenino) que no viven porque limpian. Se exigen tener la casa sin una mota de polvo. Y les resulta imposible romper esta absurda autoexigencia. Nosotros aunque quizá no tengamos autoexigencias tan claras, seguro que si nos analizamos bien a fondo y somos sinceros, también las podremos encontrar.

Todos tenemos autoexigencias diferentes, pero algunas son bastante comunes. Por ejemplo, nuestro afán por quedar bien con los demás. Y ésta es la que nos lleva a no saber decir que no y a añadir más obligaciones en nuestro largo listado. Sólo reconociendo qué obligaciones son en el fondo autoexigencias podremos empezar a ganar tiempo para construir días más holgados y calmados.

Intentemos no caer en todas estas trampas y, sobre todo, no esperemos que esta sensación de falta de tiempo que caracteriza a la sociedad actual la superen futuras generaciones, superémosla nosotros.

Pararse a reposar

Películas con mucho tiempo

‘El náufrago’, de Robert Zemeckis.‘El gran silencio’, de Philip Gröning.‘Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera’, de Kim Ki-duk.‘Un buen año’, de Ridley Scott.

Libros

‘Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva’, de S. R. Covey. Paidós. Barcelona, 1997.‘El respirar de los días’, de J. M. Esquirol. Barcelona. Paidós, 2009.‘Aprender a organizar el tiempo’, de LL. Casado. Barcelona. Paidós, 2002.

Música

Seis horas de música donde parece que el tiempo no existe: ‘Cuarteto de cuerda II’, de Morton Feldman.

El estrés y el tiempo

Shirley MacLaine pronunció una frase sobre la que se puede reflexionar: “Conciencia del tiempo es igual a estrés y agotamiento corporal y emocional”.El estrés no lo provocan las actividades que realizamos, sino la falta de tiempo para llevarlas a cabo. Cualquier actividad, por problemática o difícil que se nos presente, si tenemos tiempo de sobra para realizarla, no nos angustiará. Al disponer de tiempo, podemos dividir la actividad en múltiples trocitos pequeños fáciles de superar. Si carecemos de tiempo, la veremos como un bloque, una enorme montaña a la que nos va a costar subir. En definitiva, el tiempo es la variable clave de nuestro bienestar.

http://www.elpais.com/articulo/portada/aprovechar/tiempo/elpepusoceps/20090705elpepspor_5/Tes?print=1

martes, junio 23, 2009

La grandeza del mar

¿Sabes por qué el mar es tan grande?
¿Tan inmenso?
¿Tan poderoso ?

Porque tuvo la humildad de ponerse
algunos centímetros abajo de todos los ríos.
Sabiendo recibir, se volvió grande.

Si quisiera ser el primero,
muchos centímetros encima de todos los ríos,
no sería mar, sino isla.
Toda su agua iría para los otros y estaría aislado.

La pérdida forma parte de la vida.

La caída forma parte de la vida.

La muerte forma parte de la vida.
Es imposible vivir en plena satisfacción.

Necesitamos aprender a perder, a caer,
a equivocarnos y a morir.

Imposible ganar sin saber perder.
Imposible andar sin saber caer.

Imposible acertar sin equivocarse.

Imposible vivir sin saber vivir.

Si tú aprendes a perder, a caer,
a equivocarte, nadie podrá controlarte.
Porque lo máximo que te puede ocurrir es caer, errar y perder.Y esto tú ya lo sabes.
Bienaventurado aquel que ya consigue recibir con la misma naturalidad
el logro y la pérdida...el acierto y el error...el triunfo y la caída...


Tomado de la Red

viernes, junio 05, 2009

Cuídate de los Camiones de Basura

Cuídate de los Camiones de BasuraPor David J. Pollay

¿Con qué frecuencia permites que las tonterías de otras personas cambien tu estado de ánimo? ¿Permites que otro conductor te haga enojar cuando vas manejando o un mozo grosero, un jefe cortante o un empleado insensible arruinen tu día?

A menos que seas el Terminator por un instante estás algo molesto. Sin embargo lo que distingue a una persona exitosa es lo rápido que puedeenfocarse de nuevo en lo que realmente es importante.
Hace 16 años que aprendí esta lección. La aprendí en el asiento trasero de un taxi en Nueva York.

Me subí a un taxi y partimos para la estación 'Grand Central'. Íbamos en el carril derecho cuando de repente un coche negro brincó de un cajón deestacionamiento justo enfrente de nosotros. El chofer frenó con fuerza, dio un patinazo y por unos pocos centímetros evitó chocar con el otro coche. El conductor del otro coche, el que casi causó un accidente volteó su cabeza y empezó a gritarnos con muchas palabrotas.
El taxista sólo sonrió y le saludó amable. Así que yo le pregunté'¿Por qué hizo eso?' Ese tipo por poco destruye su auto y nos manda al hospital.

Entonces el taxista me dijo lo que ahora llamo 'La Ley del Camión de Basura'.
muchas personas son como un camión de basura. Andan llenos de basura llenos de frustración, enojo y decepción. Ya que se les vaamontonando la basura necesitan un lugar en donde puedan tirarla. Si se los permiteste la echan a ti.

Cuando alguien quiere echar su basura sobre ti no lo tomes en forma personal. Sólo sonríe, saluda, deséales lo mejor y sigue adelante. Estarásfeliz de que lo hayas hecho.

¡Así que esto era la Ley del Camión de Basura!

Empecé a pensar'¿Cada cuánto permito que los camiones de basura me atropellen?' Y '¿cada cuánto tomo la basura que llevan y la riego sobreotras personas... en el trabajo, en casa, en las calles?'

Fue ese día que dije 'Ya no voy a hacer eso.'
Empecé a ver muchos camiones de basura. Veía lo que llevaban. Veía cuando llegaban para vaciar la basura.Y como mi taxista ya no lo tomo en forma personal. Sólo sonrío, saludo, les deseo lo mejor y sigo adelante.

Uno de mis jugadores favoritos de fútbol americano de toda la historia, Walter Payton, hizo esto todos los días en el campo de fútbol. Tan pronto como caía al suelo después de ser tacleado se levantaba. Nunca se quedaba pensando en el evento. Payton estaba listo para hacer que la siguiente jugada fuera la mejor.

Los buenos líderes saben que tienen que estar listos para su próxima junta.Los padres buenos saben que tienen que recibir a sus hijos con abrazos y besos cuando regresan de la escuela.
Los maestros y padres saben que tienen que estar totalmente presentes y dando lo mejor para las personas que les son importantes.

La gente exitosa no permite que los camiones de basura tomen el control de su día.

¿Y tú? ¿Que pasaría en tu vida empezando hoy si permitieras que más camiones de basura pasaran sin que te afectaran?
Apuesto que estarías más feliz. Así que ama a las personas que te tratan bien. Olvídate de las que no lo hacen.
Cree que todo sucede por una razón. Si se te presenta una oportunidad, TÓMALA.
Si algo cambia tu vida DEJA QUE TE CAMBIE. Nadie dijo que sería fácil. Sólo prometieron que valdría la pena.

'Sé más amable de lo que es necesario, porque cada persona con la que te topas está peleando alguna batalla.'

viernes, marzo 20, 2009

Hacia el interior : Celebrando el Viaje de la Vida

"Desde este mismo momento comienza a explorar y recuerda no ser repetitivo. Busca siempre algo nuevo, busca algo fresco, porque no hay realmente ninguna otra meta excepto el viaje, entonces haz de él lo máximo. Hazlo tan hermoso como sea posible, tan encantado, tan creativo como tengas la capacidad de hacerlo. Y tienes infinita capacidad, simplemente está adormecida.

Sé un buscador de lo imposible, un escalador de montañas, un viajero de los caminos por los que nunca ha viajado nadie y tal vez nadie viajará. Sólo esta novedad, esta juventud puede ser llamada verdaderamente vivir. De otro modo estás simplemente vegetando....

Para ser un hombre se necesita tener valentía, porque ser un hombre significa una continua superación, una trascendencia cada día.

El verdadero viaje es hacia el interior. Sé un viajero del alma, un viajero de las profundidades mayores de la consciencia".
http://d-e-s-p-e-r-t-a-n-d-o.blogspot.com/2008/10/hacia-el-interior-celebrando-el-viaje.html

lunes, febrero 02, 2009

Acepta la vida como es. Goza, sin ninguna razón

En una aldea donde vivía Hakuin, el gran Maestro Zen, llegó un día una muchacha embarazada. Su padre la amenazó para que confesara el nombre de su amante y finalmente, para escapar del castigo, ella le dijo que había sido Hakuin.
El padre no dijo nada más, pero al llegar el momento en que nació la criatura, inmediatamente la llevó a Hakuin y la arrojó ante él. `Parece ser que éste es tu hijo`, le dijo, y soltó una ola de insultos y comentarios despectivos por lo sucedido.
El Maestro Zen sólo dijo: `Oh, ¿de veras?` y tomó al bebé en sus brazos. A partir de entonces, a todas partes que iba llevaba a la criatura, envuelto en la manga de su andrajosa túnica. En los días de lluvia y en las noches de tormenta salía a mendigar leche de las casas vecinas. Muchos de sus discípulos, considerándolo caído, le dieron la espalda y lo abandonaron. Y Hakuin no pronunció una sola palabra.
Entretanto la madre se dio cuenta que no podía tolerar la agonía de estar separada de su hijo. Confesó el nombre del padre verdadero y su propio padre corrió a Hakuin y se postró ante él, suplicándole una y otra vez que lo perdonara.
Hakuin solamente dijo: `Oh, ¿de veras?` y le devolvió la criatura.
Esto es la aceptación. Esto es tathata. Cualquier cosa que traiga la vida está bien, absolutamente bien. Esta es la cualidad semejante a la del espejo: nada está bien, nada está mal, todo es divino. Acepta la vida como es. Aceptándola, desaparecen los deseos, desaparecen las tensiones, desaparece el descontento. Aceptándola tal como es, uno comienza a sentir mucho gozo y por ningún motivo en especial.
Cuando la alegría tiene un motivo, no durará mucho. Cuando la alegría no tiene motivo alguno, durará para siempre.
Zen: El Camino de la Paradoja Vol. 3, pp. 175-176

miércoles, enero 28, 2009

La vida sin mí

Un saludo a todos de todo corazón.Ayer mantuve una conversación que me ha hecho reflexionar bastante.
Sin dar demasiados detalles, un amigo me hacía ver cómo, según su situación personal actual, había perdido el curso de su vida, de tal manera, que se quejaba, de hecho, de no tener vida en absoluto.
Como ya podéis imaginar, mi papel se limitó a sonreír, a escuchar con alguna paciencia, y a decir, de vez en cuando, "todo va a ir muy bien".
Pero, después de pensarlo, me gustaría contestar desde este blog, aún con el riesgo de que el interesado en cuestión pueda leer estas palabras.
Supongo, con un pequeño margen de error, que hay más de una persona sintiendo lo mismo que este buen amigo, quizá, incluso en este mismo momento, estén leyendo.
Queridos amigos y amigas:
¿Qué es lo consideráis como tener una "vida"?
¿Te falta la salud, trabajo, amor, o una determinada posición social?
¿Será posible que aún en posesión todas esas cosas sigas sintiendo que vives una vida que no es la tuya?
¿Eres capaz de determinar dónde está la raíz de todo el problema?
¿Cabe la posibilidad de que, aunque consiguieras exactamente lo que te falta, y de lo que tanto te quejas, la felicidad continúe escapándose de entre tus dedos?
Me parece que ésa, es una posibilidad muy grande.
La raíz del problema radica en que, por error, nos consideramos tan listos como para decidir qué es lo que nos va a hacer felices y qué no. El truco está en percibir cómo OPINAMOS sobre todo. Nos hemos convertido en especialistas en poner adjetivos. Si llueve, "es deprimente", "es melancólico" o "es romántico". Si hace sol, "hace demasiado calor", "es agobiante", o "me encanta".
Ya sea en positivo o en negativo, el caso es opinar.
Además la cosa no se queda parada aquí, no. Encima tenemos que PERSONALIZARLO todo.
Osea, que si llueve, no es un fenómeno meteorológico, no. Es que me está lloviendo a MÍ.
Todo lo que sucede le pasa "a mi cara bonita", así que no nos queda otra remedio que complicar cualquier cosa, por pequeña que sea.
Me viene a la mente la historia del guerrero al que le atravesaron gravemente con una flecha, pero no dejaba que nadie le curase porque primero quería saber de qué raza era la persona que le había herido, y si era de alta alcurnia o no...
Lo más seguro es que al final el tipo se muriera, pero de estupidez.
Si alguien te tira algo, y si puedes, te apartas (como Bush con lo del zapato aquel). Oye, y si te da, pues mala suerte. Lo solucionas, si es posible, y si no, pues nada, "ajo y agua" que dicen en mi tierra.
Pero no merece la pena andarse complicando la vida con historias, que aunque al principio no nos demos cuenta, no tienen nada que ver con el problema en cuestión. Perdemos tanto el tiempo, que muchas veces nos cuesta un imperio dar un sólo paso.
Sin temor a equivocarme, diría que desde hace algún tiempo vivo la vida sin mí.
¡Y soy, sin lugar a dudas, mucho más feliz, oiga!
¿Podéis creer que, en la mayoría de los casos, los problemas de los que me quejaba radicaban en mí y en nadie más que en mí?
Sí, sí, me lo tuve que poner claro y decirme, "mira chico, lo siento, pero a partir de ahora voy a vivir sin ti, lo nuestro ha terminado".
Y desde entonces, hecho un pincel.
Porque, independientemente de opiniones, el trabajo, las obligaciones, y todo eso de lo que nos quejamos tanto, parece que ha adquirido un nuevo color. De hecho, lo correcto sería decir que lo que ha pasado es que ha dejado de tener color en absoluto. Ya no duele, no pesa, no agobia.
Y las cosas que consideramos buenas les pasa lo mismo. Porque de tanto que las deseamos no nos damos cuenta del coñazo que pueden dar.
Moraleja: 1º Si te tiran algo te apartas.
2º Vive la vida sin ti.
Me podríais preguntar: "¿Oye, y si vivo la vida sin mí, quién va a ocupar el espacio vacío?"
Pues mira, a lo mejor los demás.
Puede que la magia radique en un pequeño cambio de punto de vista.
Gracias a todos por estar ahí fuera (incluyéndome a mí, por supuesto).
http://mirandohaciadentro.blogspot.com/2009/01/la-vida-sin-m.html

Hoy

http://tendenciavital.blogspot.com/2009/01/el-viaje-cotidiano.html


"Hoy es el mañana que tanto me preocupaba ayer".

jueves, enero 22, 2009

Ike Quebec: Nature Boy

El saxofonista tenor, Ike Quebec (1918-1963), decidió dedicarse al mundo del espectáculo cuando siendo aún un adolescente, trabajó como bailarín. En el Harlem de los años treinta era fácil contactar con los músicos de jazz y decidido a ser músico estudio piano. En 1940 se unió a la banda "Barons opf Rhythm" con la que estuvo un par de años y fue en el seno de esa orquesta donde se decidió por adoptar el saxo tenor para siempre.
Tocó en el Minton's Playhouse, con los grandes del bebop hasta que comenzó a atrabajar de manera profesional con Frankie Newton, Ella Fitzgerald y Roy Eldridge. Con un sonido inspirado en el maestro del tenor, Leon "Chu" Berry, y discípulo confeso del gran Coleman Hawkins, Ike Quebec, se adaptó magníficamente a esa escuela. En 1944, actuó y grabó con Sammy Price y Hot Lips Page, antes de unirse a la orquesta de Cab Calloway, con quien de una u otra forma, estuvo hasta los cincuenta años. 1944 fue también el año en que entró por vez primera en el estudio de grabación de la Blue Note, pero no fue hasta 1959 cuando graba a su nombre el primer disco. El álbum se tituló: "From Hackensack to Englewood Cliffs" y fue el primero de los nueve que grabó con el sello de la etiqueta azul entre 1959 y 1998.
Su relación con la Blue Note, se amplió hasta convertirse en una especie de cazatalentos y a su labor en ese terreno le debemos que llevara a Dexter Gordon a grabar con ellos. Ike Quebec, era un músico directo y vigoroso y contrariamente a casi todos los seguidores de Coleman Hawkins, no era suave, sino mas bien cortante pero con una claridad de contornos muy agradable. Su potencia, su swing y especialmente su tratamiento en los blues, le conferían un sonido particularisimo que se truncó cuando en 1963 un cáncer de pulmón terminó con su vida.

sábado, enero 03, 2009

La esperanza está en el camino

POR JOSÉ CARLOS GARCÍA FAJARDO *.
Lo importante no es dónde vamos sino “cómo” vamos, y que no nos lleven. La meta es el mismo camino.
2 de enero de 2009


"Este camino tal vez no conduzca a ninguna parte, pero alguien viene por él", escribe el autor sueco Lars Norén.
Quizás sea esta la actitud que deba presidir nuestro caminar, casi a ciegas y sin disponer de referentes de confianza. Pero la meta es el mismo camino. No importa tanto adónde vamos sino cómo vamos, y que no nos lleven.
En la sociedad de la información padecemos un bombardeo de imputs difíciles de procesar. Como hace años leí en un graffiti, “ahora que sabíamos las respuestas, nos han cambiado las preguntas”. Esta sensación de inseguridad provoca desaliento, evasión irresponsable o la entrega a ideologías para no pensar, para no tomar decisiones. Ese ha sido el consuelo de los débiles para poder seguir viviendo, aún a riesgo de abdicar de la libertad y de zafarse del cumplimiento de los derechos universales para todos. Derechos humanos, políticos y sociales.
Las ideologías han explotado el miedo a la libertad y a la responsabilidad de las personas. Al explotar ese miedo a la soledad, inventaron dioses inhumanos, implacables que infundían pavor, salvo que el individuo se sometiese a los dictados de sus eunucos con la promesa de una vida eterna y absurda.
Otras religiones comenzaron apoyando los sentimientos de humanidad y de solidaridad naturales para convertir luego a sus adeptos en hormigas de un hormiguero, en seres domesticados y sin personalidad capaces de negar las realidades más cercanas.
Otras ideologías partieron de la falsa premisa de que el ser humano es malo por naturaleza y de que sólo busca su propio bien, aún a costa de hacer de los otros seres objetos de su poder, de su codicia y de su voluntad. Sostenían que lo hacían en nombre del “pueblo”, de una etnia o raza, de una clase social, o de la misma “humanidad” elevada a categoría.
Los dioses habitaron las lagunas de nuestra ignorancia y sus secuaces obligaron a postrarse y a obedecer bajo castigos. No sólo en un inventado más allá, sino en el presente mediante el temor y la ignorancia. Aún sirviéndose de la tortura, de la privación de la libertad, de la exclusión social y de la pena de muerte.
Parece increíble pero el número de países en los que está legalizada la pena de muerte es estremecedor. Las mismas religiones, pretendidamente reveladas, la mantienen “por causa de la maldad del hombre”. Conculcan el “no matarás” de sus fundadores, pero ellos no vacilaron en practicarla siempre que les convino. Esta es la historia de la inmensa mayoría de las tradiciones religiosas y de los regímenes políticos autoritarios, tiránicos, despóticos y totalitarios. Ese totalitarismo y ese despotismo absolutistas han derivado hacia sistemas, modelos de desarrollo, paraísos fiscales, mafias financieras transnacionales y guerras de invasión y de conquista, pretendidamente “liberadoras y restauradoras de la democracia”. ¿De qué democracia?
Parece increíble que estemos viviendo el escándalo de las guerras, de las ventas de armas, de la corrupción, del blanqueo de dinero procedente del crimen organizado, de la explotación de las riquezas de los países empobrecidos, de la trata de seres humanos como objetos de comercio o de consumo.
Espanta la naturalidad con la que se acepta la existencia de miles de millones de personas que padecen hambre, enfermedades curables, incultura, explotación, falta de viviendas, guerras, deportaciones en masa, maltrato por razón de género, de creencias o de tradiciones culturales, prostitución, trabajo infantil y de mujeres más propio de la esclavitud que de mentes racionales.
Las alarmas han sonado sobre el cambio climático, la contaminación de la tierra, del aire y de los mares pero intereses de poderosas minorías lo niegan o demonizan. Se niega la evidencia, como se han negado los derechos humanos universales.
Nos acusarán de catastrofistas, pero como decía Galileo a los cardenales que lo condenaban, “miren por el telescopio, no les pido que me crean me basta con que miren”. Y se negaron como los poderosos de hoy atentan contra los derechos humanos para todos.
Mientras el panorama social, político y económico no sea transformado desde dentro por la razón y la justicia, caminaremos por un camino para el que sólo hemos traído billete de ida.
Pero alguien viene, otros seres humanos oprimidos vienen al encuentro para el despertar y la concordia. O los acogemos y actuamos como comunidad cosmopolita y solidaria o seremos destruidos por nuestros errores y por nuestra ceguera.
* Profesor Emérito de la UCM. Director del CCS

http://www.ucm.es/info/solidarios/ccs.php?id=992&cat=0