Porque puede ser el último. Y aunque no lo sea, nunca volverás a disponer de él. Entonces, ¿porqué desperdiciarlo con malos pensamientos? Disfrutemos mientras vivimos. Vivamos mientras disfrutamos
martes, enero 22, 2008
Una zanahoria, un huevo o un grano de café
Había una vez una niña que se quejaba de su vida y como las cosas le resultaban tan dificiles. No entendía las matemáticas, no tenia buenas amigas y siempre estaba peleando. Ella estaba cansada de esforzarse tanto. Parecía que cuando solucionaba un problema aparecía otro. Su padre, un cheff de cocina, la llevo a su lugar de trabajo. Allí lleno tres ollas con agua y las coloco sobre el fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. Luego, en una coloco zanahorias, en otra coloco huevos y en la ultima coloco granos de café. Las dejo hervir sin decir una palabra. La hija espero impacientemente, preguntándose que estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apago el fuego. Saco las zanahorias y las coloco en un plato. Saco los huevos y los coloco en otro plato. Coló el café y lo puso en una olla. Mirando a su hija le dijo: "Querida, que ves?. Ella respondió "Zanahorias, huevos y café". La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y noto que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cascara observo el huevo duro. Luego le pidio que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma. Humildemente la hija pregunto: Que significa esto Papá? El le explico que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua irviendo, pero habían reaccionado en forma diferente. La zanahoria llego al agua fuerte y dura. Pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil. Fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil. Su cascara fina protegía su interior liquido. Pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café sin embargo eran únicos. Después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua. Cual eres tu?, le pregunto a su hija. "Cuando tienes un problema, Como respondes? Eres una zanahoria, un huevo o un grano de café?. Si eres una zanahoria pareces fuerte pero cuando enfrentas un problema, te vuelves débil y pierdes fortaleza. Si eres un Huevo comienzas con un corazón blando y después de las dificultades te vuelves duro y rígido. Por fuera te ves igual, pero eres triste, molesto y te quejas por todo. Si eres un grano de café cambias al agua, el elemento que te causa dolor. Cuando el agua llega al punto de hervir, el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor, tu reaccionas mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren.
lunes, enero 21, 2008
martes, enero 15, 2008
The power of love
Cuando el poder del amor sea más grande que el amor al poder el mundo conocerá la paz.
Jimi Hendrix
Jimi Hendrix
El guardián en la mente
http://www.mentat.com.ar/mente-limpia.htm
¿Qué sucede cuando verdaderamente estamos más conscientes de nuestras acciones? Imagínate que - sea lo que sea - todo lo haces prestando atención a casi cada acto. La respuesta más lógica es que únicamente así ocurre lo que queremos y mejoran las cosas.Ser más conscientes tiene muchas ventajas aunque en nuestra cultura a veces pareciera una meta imposible de alcanzar.El aspecto más importante del estar más alerta es el poder percatarnos más claramente de nuestra mente, de nuestros pensamientos y emociones.Siempre es posible percibir más cosas de nuestros pensamientos ya que el mero hecho de tener pensamientos en vigilia no nos hace más conscientes de ellos. Estar más conscientes de lo que pasa por la propia mente es como ser un guardián: tienes que permanecer prestando atención a tus pensamientos, sentimientos, emociones y acciones durante todo el día. Una vez que logras regularmente lo anterior, al estar observando tus pensamientos y actividades, trata de percibir tu propia consciencia. Trata de observar al guardián de tus pensamientos y actividades. No analices o expreses esta idea con palabras. Cuando seas capaz de hacer esto, sabrás lo que significa estar consciente de tu propia consciencia.Esta práctica posibilita aprender a controlar nuestra atención disponible. Sea mucha o poca la atención libre, es una clara ventaja poder controlarla puesto que significa un mejor aprovechamiento. De esta manera podemos practicar y desarrollar la concentración a lo largo del día entero, como un beneficio adicional en el camino hacia una meta mayor. No debes descuidarte. Aprende a retirar de tu mente, sin invertir energía, suavemente pero firmemente, a lo que esté cargado de negatividad. El impecable intento de estar más conscientes de las circunstancias de nuestra mente desarrolla cada vez más capacidad para tamizar los pensamientos. Ganamos en capacidad de evitar pensamientos que no son beneficiosos para nosotros. Aprendemos a discernir más finamente las cosas y a no dejar que los pensamientos y emociones cargados de negatividad nos molesten. Con perseverancia en esta práctica encontraremos que nuestra mente se serena. Estaremos más relajados y alertas. De esta manera, naturalmente, nos conduciremos de un modo más razonable. Paulatinamente abandonamos la tensión, las presiones y el miedo. La mente se 'limpia' de pensamientos inquietantes y preocupaciones. No hace falta seguir a ningún gurú. Todo esto puede ser practicado durante nuestras actividades diarias, sin dedicar tiempos especiales. Sólo persiste, pronto comenzarás a experimentar los resultados.
¿Qué sucede cuando verdaderamente estamos más conscientes de nuestras acciones? Imagínate que - sea lo que sea - todo lo haces prestando atención a casi cada acto. La respuesta más lógica es que únicamente así ocurre lo que queremos y mejoran las cosas.Ser más conscientes tiene muchas ventajas aunque en nuestra cultura a veces pareciera una meta imposible de alcanzar.El aspecto más importante del estar más alerta es el poder percatarnos más claramente de nuestra mente, de nuestros pensamientos y emociones.Siempre es posible percibir más cosas de nuestros pensamientos ya que el mero hecho de tener pensamientos en vigilia no nos hace más conscientes de ellos. Estar más conscientes de lo que pasa por la propia mente es como ser un guardián: tienes que permanecer prestando atención a tus pensamientos, sentimientos, emociones y acciones durante todo el día. Una vez que logras regularmente lo anterior, al estar observando tus pensamientos y actividades, trata de percibir tu propia consciencia. Trata de observar al guardián de tus pensamientos y actividades. No analices o expreses esta idea con palabras. Cuando seas capaz de hacer esto, sabrás lo que significa estar consciente de tu propia consciencia.Esta práctica posibilita aprender a controlar nuestra atención disponible. Sea mucha o poca la atención libre, es una clara ventaja poder controlarla puesto que significa un mejor aprovechamiento. De esta manera podemos practicar y desarrollar la concentración a lo largo del día entero, como un beneficio adicional en el camino hacia una meta mayor. No debes descuidarte. Aprende a retirar de tu mente, sin invertir energía, suavemente pero firmemente, a lo que esté cargado de negatividad. El impecable intento de estar más conscientes de las circunstancias de nuestra mente desarrolla cada vez más capacidad para tamizar los pensamientos. Ganamos en capacidad de evitar pensamientos que no son beneficiosos para nosotros. Aprendemos a discernir más finamente las cosas y a no dejar que los pensamientos y emociones cargados de negatividad nos molesten. Con perseverancia en esta práctica encontraremos que nuestra mente se serena. Estaremos más relajados y alertas. De esta manera, naturalmente, nos conduciremos de un modo más razonable. Paulatinamente abandonamos la tensión, las presiones y el miedo. La mente se 'limpia' de pensamientos inquietantes y preocupaciones. No hace falta seguir a ningún gurú. Todo esto puede ser practicado durante nuestras actividades diarias, sin dedicar tiempos especiales. Sólo persiste, pronto comenzarás a experimentar los resultados.
sábado, enero 12, 2008
La verdadera libertad
La libertad verdadera no tiene nada que ver con el mundo externo.
La libertad verdadera no es política, no es económica; es espiritual. La libertad política puede ser arrebatada en cualquier momento; la libertad económica puede desaparecer como una gota de rocío al sol de madrugada. No están en tus manos. Y lo que no está en tus manos no puede ser llamado libertad verdadera.
La verdadera libertad siempre es espiritual. Tiene que ver con tu ser interior, que no puede ser encadenado, que no puede ser esposado, que no puede ser metido en una cárcel.
Sí, tu cuerpo puede padecer todas estas cosas, pero tu alma es intrínsecamente libre. No tienes que pedirlo y no tienes que luchar por ello. Ya es así, este mismo momento. Si te vuelves hacia tu interior, todas las cadenas, todas las prisiones, todos los tipos de esclavitudes desaparecen... y hay muchas. La libertad sólo es una; las esclavitudes son muchas; igual que la verdad es una, y mentiras puede haber miles.
¿Cuál es exactamente la sustancia más íntima de la libertad? Que eres libre del pasado, que eres libre del futuro. No tienes recuerdos que te atan al pasado, que te arrastran siempres de vuelta al pasado: eso va en contra de la existencia; nada va hacia atrás. Y también eres libre de la imaginación, del deseo, del anhelo: esas cosas te arrastran hacia el futuro.
Ni existe el pasado, ni existe el futuro. Todo lo que hay en tus manos es el presente. Y alguien que vive en el presente, sin cargar con el pasado y el futuro, conoce el gusto de la libertad. No hay cadenas: cadenas de recuerdos, cadenas de deseos. Estas son las cadenas verdaderas que amarran tu alma y nunca te permiten vivir el momento que es tuyo.
OSHO
La libertad verdadera no es política, no es económica; es espiritual. La libertad política puede ser arrebatada en cualquier momento; la libertad económica puede desaparecer como una gota de rocío al sol de madrugada. No están en tus manos. Y lo que no está en tus manos no puede ser llamado libertad verdadera.
La verdadera libertad siempre es espiritual. Tiene que ver con tu ser interior, que no puede ser encadenado, que no puede ser esposado, que no puede ser metido en una cárcel.
Sí, tu cuerpo puede padecer todas estas cosas, pero tu alma es intrínsecamente libre. No tienes que pedirlo y no tienes que luchar por ello. Ya es así, este mismo momento. Si te vuelves hacia tu interior, todas las cadenas, todas las prisiones, todos los tipos de esclavitudes desaparecen... y hay muchas. La libertad sólo es una; las esclavitudes son muchas; igual que la verdad es una, y mentiras puede haber miles.
¿Cuál es exactamente la sustancia más íntima de la libertad? Que eres libre del pasado, que eres libre del futuro. No tienes recuerdos que te atan al pasado, que te arrastran siempres de vuelta al pasado: eso va en contra de la existencia; nada va hacia atrás. Y también eres libre de la imaginación, del deseo, del anhelo: esas cosas te arrastran hacia el futuro.
Ni existe el pasado, ni existe el futuro. Todo lo que hay en tus manos es el presente. Y alguien que vive en el presente, sin cargar con el pasado y el futuro, conoce el gusto de la libertad. No hay cadenas: cadenas de recuerdos, cadenas de deseos. Estas son las cadenas verdaderas que amarran tu alma y nunca te permiten vivir el momento que es tuyo.
OSHO
viernes, enero 11, 2008
¿Qué es la mente?
por Sakyong Miphan Rimpoche.
"A través de la meditación empezamos a entender qué es la mente. Poco a poco, vamos desvelando su verdadera naturaleza: su claridad, su capacidad de conocer y su objetividad.”¿Cuál es la naturaleza de lo que sentimos que es la mente? De acuerdo con la sabiduría budista, decimos que la mente es clara, que conoce y que es objetiva.
En primer lugar, decimos que la mente es objetiva. La mente es algo neutro que nos permite conocer lo que percibimos y que adopta la forma de lo que proyectamos en ella. Cuando la mente está tranquila, vemos que surgen emociones como el amor, la compasión y la comprensión. Por lo general, estas emociones, al contrario de las negativas, están más en armonía con la naturaleza básica de la mente.
Evidentemente, la mente no es un objeto físico, ya que no tiene forma. Se podría decir que es traslúcida y capaz de penetrarlo todo. No hay nada que se lo impida. ¿Qué quiere decir que la mente puede efectivamente penetrar las formas?
Significa, por ejemplo, que si estamos muy enojados o ansiosos, o nos sentimos soberbios y orgullos, creemos que somos esa emoción. Cuando estamos sentados meditando y de pronto nos surge un pensamiento que nos hace enojarnos, sentimos que la rabia nos domina, casi como algo físico. La mente se empapa de esta emoción y se densifica. Por eso, se podría decir que la emoción cambia el formato de la mente. Como la mente no tiene una inclinación determinada, adquiere la forma de esa emoción. Con el paso del tiempo, lo que pasa es que la mente se sobrecarga con todas estas emociones y con los patrones que adoptamos.
Por eso es tan útil e importante comprender su verdadera naturaleza. Eso nos puede dar esperanzas, porque sabemos que fundamentalmente la mente no es estúpida ni irritante, ni ignorante ni confusa. A veces es posible que nos sintamos estúpidos y enojados, pero eso se debe solamente a que la mente está condicionada. Tradicionalmente, se compara la mente con una tela blanca que ha sido teñida, pero que no pierde su pureza esencial.
En segundo lugar, la mente es capaz de conocer. Es inteligente. ¿Por qué somos capaces de distinguir entre una roca, un libro y una pera? ¿Cómo sabemos que estamos dentro o fuera de un lugar? Lo que nos permite saberlo es la capacidad de conocer de la mente, su inteligencia. Es como la luz del sol: cuando sale el sol, su calor se extiende por todas partes. Ese calor se podría comparar con la capacidad de conocer.
Por lo general, no nos asombramos de que la mente sea capaz de conocer. Sin embargo, en el proceso de la meditación es muy importante darse cuenta de esta capacidad básica de la mente. Cuando la meditación se convierte en una actividad constante, es común que nos preguntemos por la mente y su naturaleza. Nos preguntamos “¿de qué está hecha fundamentalmente? ¿será posible describirla?” Yo suelo compararla con un caballo salvaje. Un caballo salvaje e indómito, pero que puede ser domado. Una vez adiestrada, la mente se pone a nuestro servicio y no nos lanza de un lado a otro sin advertirnos. Por eso tenemos que saber qué estamos domando.
En la meditación aprendemos a descubrir qué es la mente. Poco a poco, vamos distinguiendo los elementos que la componen: su claridad esencial, su capacidad de conocer y su objetividad. A medida que avanzamos, nos contactamos con esos aspectos puros de la mente, acercándonos cada vez más a su fuente. Quizás sigamos enojándonos o sintiéndonos estúpidos, pero a través del proceso de meditación vamos traspasando las capas de la mente y, a la larga, quizá incluso podamos ver más de cerca su auténtica naturaleza.
En último término, la mente es clara. En este contexto, “claridad” significa que estamos muy cerca de los objetos que percibimos. A mí me gusta usar la analogía de bucear con una máscara. La primera vez que lo hice, el agua tenía mucho barro estaba muy turbia, así es que no vi mucho. Pero la segunda vez estaba transparente, y me impresionó ver todo tan nítido y tan cerca. Esa es la claridad a la que me refiero y que nos sorprende, porque todo se ve más nítido que lo habitual, y sentimos que somos uno con lo que nos rodea. Nos sentimos ahí, simplemente. No hay nada que se interponga.
Para poner en práctica esta comprensión de la mente, hay varias técnicas que pueden aplicarse en distintas circunstancias. En cada etapa de la meditación uno se encuentra con obstáculos para los que hay distintos antídotos, concretamente formas de superarlos.
Como meditadores, tenemos que comprender el sendero: tenemos que conocer las etapas, los obstáculos y los antídotos. Necesitamos algo que nos oriente, porque la mente es tan amplia que nuestra tendencia es dejarnos llevar por los pensamientos. Nos viene una idea, que de momento nos parece buena, y luego viene otra. Nos vamos de pensamiento en pensamiento, de idea en idea, de emoción en emoción. Por eso necesitamos orientaciones, para atravesar ese espacio lleno de de conceptos y pensamientos.
Cuando estamos meditando, de repente nos damos cuenta que aparecen ideas fugaces ("¿Le habré dado de comer al perro?”). Todos tenemos este tipo de pensamientos, pero hay pensamientos o conceptos arraigados que nos acompañan mucho tiempo, toda la vida incluso, y que son más difíciles de distinguir. Actitudes, creencias, preferencias políticas; ése es el tipo de conceptos que ni siquiera sabemos que tenemos. La práctica de la meditación nos da la oportunidad de irlos desvelando, capa por capa.
Recuerden que en la meditación no se trata de superar los conceptos, porque eso sería considerarlos en un sentido negativo, como si fuéramos confusos por naturaleza. De lo que se trata es de desarrollar la inteligencia natural de la mente. Al principio es posible que nos digamos "necesito conceptos claros para entender lo que está pasando", y en esa etapa se podría decir que está bien. Como dijo el gran yogui Milarepa, "Errores, errores; si no hubiera sido por los errores, no estaría aquí".
"A través de la meditación empezamos a entender qué es la mente. Poco a poco, vamos desvelando su verdadera naturaleza: su claridad, su capacidad de conocer y su objetividad.”¿Cuál es la naturaleza de lo que sentimos que es la mente? De acuerdo con la sabiduría budista, decimos que la mente es clara, que conoce y que es objetiva.
En primer lugar, decimos que la mente es objetiva. La mente es algo neutro que nos permite conocer lo que percibimos y que adopta la forma de lo que proyectamos en ella. Cuando la mente está tranquila, vemos que surgen emociones como el amor, la compasión y la comprensión. Por lo general, estas emociones, al contrario de las negativas, están más en armonía con la naturaleza básica de la mente.
Evidentemente, la mente no es un objeto físico, ya que no tiene forma. Se podría decir que es traslúcida y capaz de penetrarlo todo. No hay nada que se lo impida. ¿Qué quiere decir que la mente puede efectivamente penetrar las formas?
Significa, por ejemplo, que si estamos muy enojados o ansiosos, o nos sentimos soberbios y orgullos, creemos que somos esa emoción. Cuando estamos sentados meditando y de pronto nos surge un pensamiento que nos hace enojarnos, sentimos que la rabia nos domina, casi como algo físico. La mente se empapa de esta emoción y se densifica. Por eso, se podría decir que la emoción cambia el formato de la mente. Como la mente no tiene una inclinación determinada, adquiere la forma de esa emoción. Con el paso del tiempo, lo que pasa es que la mente se sobrecarga con todas estas emociones y con los patrones que adoptamos.
Por eso es tan útil e importante comprender su verdadera naturaleza. Eso nos puede dar esperanzas, porque sabemos que fundamentalmente la mente no es estúpida ni irritante, ni ignorante ni confusa. A veces es posible que nos sintamos estúpidos y enojados, pero eso se debe solamente a que la mente está condicionada. Tradicionalmente, se compara la mente con una tela blanca que ha sido teñida, pero que no pierde su pureza esencial.
En segundo lugar, la mente es capaz de conocer. Es inteligente. ¿Por qué somos capaces de distinguir entre una roca, un libro y una pera? ¿Cómo sabemos que estamos dentro o fuera de un lugar? Lo que nos permite saberlo es la capacidad de conocer de la mente, su inteligencia. Es como la luz del sol: cuando sale el sol, su calor se extiende por todas partes. Ese calor se podría comparar con la capacidad de conocer.
Por lo general, no nos asombramos de que la mente sea capaz de conocer. Sin embargo, en el proceso de la meditación es muy importante darse cuenta de esta capacidad básica de la mente. Cuando la meditación se convierte en una actividad constante, es común que nos preguntemos por la mente y su naturaleza. Nos preguntamos “¿de qué está hecha fundamentalmente? ¿será posible describirla?” Yo suelo compararla con un caballo salvaje. Un caballo salvaje e indómito, pero que puede ser domado. Una vez adiestrada, la mente se pone a nuestro servicio y no nos lanza de un lado a otro sin advertirnos. Por eso tenemos que saber qué estamos domando.
En la meditación aprendemos a descubrir qué es la mente. Poco a poco, vamos distinguiendo los elementos que la componen: su claridad esencial, su capacidad de conocer y su objetividad. A medida que avanzamos, nos contactamos con esos aspectos puros de la mente, acercándonos cada vez más a su fuente. Quizás sigamos enojándonos o sintiéndonos estúpidos, pero a través del proceso de meditación vamos traspasando las capas de la mente y, a la larga, quizá incluso podamos ver más de cerca su auténtica naturaleza.
En último término, la mente es clara. En este contexto, “claridad” significa que estamos muy cerca de los objetos que percibimos. A mí me gusta usar la analogía de bucear con una máscara. La primera vez que lo hice, el agua tenía mucho barro estaba muy turbia, así es que no vi mucho. Pero la segunda vez estaba transparente, y me impresionó ver todo tan nítido y tan cerca. Esa es la claridad a la que me refiero y que nos sorprende, porque todo se ve más nítido que lo habitual, y sentimos que somos uno con lo que nos rodea. Nos sentimos ahí, simplemente. No hay nada que se interponga.
Para poner en práctica esta comprensión de la mente, hay varias técnicas que pueden aplicarse en distintas circunstancias. En cada etapa de la meditación uno se encuentra con obstáculos para los que hay distintos antídotos, concretamente formas de superarlos.
Como meditadores, tenemos que comprender el sendero: tenemos que conocer las etapas, los obstáculos y los antídotos. Necesitamos algo que nos oriente, porque la mente es tan amplia que nuestra tendencia es dejarnos llevar por los pensamientos. Nos viene una idea, que de momento nos parece buena, y luego viene otra. Nos vamos de pensamiento en pensamiento, de idea en idea, de emoción en emoción. Por eso necesitamos orientaciones, para atravesar ese espacio lleno de de conceptos y pensamientos.
Cuando estamos meditando, de repente nos damos cuenta que aparecen ideas fugaces ("¿Le habré dado de comer al perro?”). Todos tenemos este tipo de pensamientos, pero hay pensamientos o conceptos arraigados que nos acompañan mucho tiempo, toda la vida incluso, y que son más difíciles de distinguir. Actitudes, creencias, preferencias políticas; ése es el tipo de conceptos que ni siquiera sabemos que tenemos. La práctica de la meditación nos da la oportunidad de irlos desvelando, capa por capa.
Recuerden que en la meditación no se trata de superar los conceptos, porque eso sería considerarlos en un sentido negativo, como si fuéramos confusos por naturaleza. De lo que se trata es de desarrollar la inteligencia natural de la mente. Al principio es posible que nos digamos "necesito conceptos claros para entender lo que está pasando", y en esa etapa se podría decir que está bien. Como dijo el gran yogui Milarepa, "Errores, errores; si no hubiera sido por los errores, no estaría aquí".
Lama Garchen, símbolo del perdón y la no violencia
Por Miguel Ángel Cárdenas
http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2008-01-06/lama-garchen-simbolo-perdon-y-no-violencia.html
Y la ira se irá: De todas las emociones la ira es la peor. Te destruirá a ti y a los otros. Si atacas una vez, ellos lo harán dos veces y así por siempre. Piensa que si la ira surge nuevamente es como cometer suicidio, vivifica Lama Garchen, el monje tibetano de 72 años quien ríe por el mundo con una ingrávida enseñanza: "Concibe y trata a todos los seres vivientes como si fueran tus madres". Sobre todo a quienes te hacen daño. Por eso, él dedica su mayor cariño de hijo fiel a los chinos en el poder.
Extraña, incómoda, sospechosa, difícil de creer esta enseñanza de amor incondicional en un mundo en que todos somos metafóricos israelíes y palestinos en pugna. De todas las emociones la ira es la peor. ¿Cómo puede querer a sus celadores alguien que en 1959, a los 24 años, concentrado en alcanzar la iluminación, fue apresado en medio de incompasivos bombardeos y llevado a las penumbras de un campo de concentración? Te destruirá a ti y a los otros. Como que esa no es la forma nacionalista o globalizada de luchar contra una ocupación que hizo de esta tierra con pueblos asentados a 4.500 metros sobre el nivel del mar y circundada por las cordilleras con mayor altitud del planeta (en la frontera con Nepal se encuentra el Everest) una subdivisión administrativa y autónoma de China. Si atacas una vez, ellos lo harán dos veces y así por siempre. Pero lo único que hizo Garchen fue meditar en secreto, con la suerte de encontrarse raudamente, en los trabajos forzados, con su maestro Khempo Münsel. Piensa que si la ira surge nuevamente es como cometer suicidio. Y, por esto, lejos de matarse, se iluminó en la cárcel.
HISTORIA DE LA LUZ
Hay una historia inusual. La del abad del monasterio Namgyal que también fue liberado después de veinte años, a quien el Dalai Lama le preguntó si en esos lóbregos años había sentido miedo y aquel respondió: "Sí, mi mayor miedo fue perder la compasión por mis captores". El caso de Lama Garchen es aun más inusitado porque dice, con la sonrisa que tendría un niño que es elegido "mejor amigo" en el colegio todas las primaveras, que ese miedo jamás lo encarceló.
Hay que conocer su historia para entender a este inaudito hombre que al verlo suscita sentimientos paternales (alguien una vez se preguntó qué pasaría si concibiéramos lo supremo más que como un padre, como un hijo; ¿qué tan inédito sería ese amor?), que hace bromas infantiles sin idioma, ríe de ceja a ceja y cuya única solemnidad es hacer girar sin aburrimiento su molino de oración.
Garchen es un maestro del linaje Drikung Kagyu del budismo mahayana. El mahayana o Gran Vehículo no solo busca la liberación personal del sufrimiento, sino que cada acto, cada sensación, cada pensamiento, cada propósito esté inspirado en conseguir la iluminación total de todos los que llaman "seres sintientes" (es decir, desde un ser humano --sea tirano, torturador u hombre digno-- hasta los insectos, plantas y bacterias).
Ellos llaman a este mundo que vivimos samsara: una ilusión de la mente que nos obliga a la cadena de vivir, morir y renacer en el sufrimiento. La iluminación sería la liberación completa de los apegos y deseos de esa mente ilusoria y sufriente en un nirvana: un estado eterno e inefable de amor, compasión, sabiduría, gozo y libertad absoluta, donde desaparece cualquier dualidad (vida-muerte, amor-odio, material-espiritual...); más allá de toda frontera, tiempo y espacio. La llave para lograrlo sería la meditación.
El procedimiento budista tibetano del reconocimiento de un gran lama es complejo y mágico para los occidentales. Siguiendo su cosmovisión tiene que ser un renacido, que será reconocido por otros eminencias en sueños, por astrología u oráculos. En el caso de Garchen los maestros miraron un lago divino: "y ahí se vio como en un espejo dónde encontrarlo". Así fueron a buscarlo a su paupérrimo pueblo, al que se llegaba cabalgando un mes a caballo, en la diluida frontera con China.
Siguiendo la cosmología de la reencarnación: En el siglo XIII, Garchen habría sido un prominente maestro fundador, Siddha Gar Chodingpa; y en el siglo VII, en la India (el budismo nació allí), fue Aryadeva, el ministro del Rey del Dharma Songstsen Gampo. Por esto, fue entronizado a los 7 años cuando lo llevaron al monasterio Hlo Miyal, que administró desde los 11 años (la sabiduría precoz es un valor en el Tíbet).
PREGUNTAS SIN PAZ
Sólo habla tibetano este lama que fue liberado por presión internacional en 1979 y a partir de esa fecha se afanó en la reconstrucción del monasterio Drikung Kagyu, en reestablecer las enseñanzas antiguas y en construir escuelas para niños del Tíbet oriental. Por eso, conversar con él fue difícil. Sobre todo hablar de China, porque lo expone a que le prohíban ingresar otra vez. ¿Pero cómo alguien podría vedarle el ingreso a un monje que ama a los chinos en el poder más que ellos mismos, que jamás habla mal de ese país pese a todo y que en el colmo de la generosidad los mira como si fueran sus madres?
Garchen hace gestos risueños como si quisiera ponerse a jugar adivinanzas y trabalenguas. Y en triple traducción responde algunas preguntas más por simpatía, porque preferiría hablar del dharma (la enseñanza). ¿Los comunistas dicen que el Tíbet antes era una dictadura oscurantista de lamas, que era muy pobre y tampoco había democracia que reivindicar? "Antes los lamas y los reyes tenían el poder, es cierto. Había lamas ricos y pobres, monasterios ricos y pobres, como ahora. No es quitando que se soluciona, ahora hay más delincuencia, más pobres, es más peligroso. Pero todo es el karma".
Karma es la ley de causa y efecto, la traducción oriental de la justicia divina: "el que la hace, la paga", "el que a hierro mata, a hierro muere", "todo rebota", "no hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti". ¿Entonces qué pasó con el Tíbet, tenía un mal karma colectivo, antes fueron ustedes quienes dominaron a la fuerza y se están purificando? "Sí. Todo tiene karma y a eso se debe el sufrimiento. Mucha gente tiene rencor, heridas por lo que le pasa... Pero no hay que pensar que es bueno o malo sino karma, sin juzgar. Cuando estuve preso desde los 24 hasta los 44, yo pensé en el karma sin odio y meditando encontré paz, felicidad, sin resentimientos". ¿Se merecía usted separarse de su familia y sus maestros? "Mi familia huyó a otro país. Cuando estuve en la cárcel, muchas personas sufrieron daños y cuando salí regresé a mi pueblo y vi a la gente sin educación, con mi monasterio destruido y con ayuda de muchos países iniciamos su reconstrucción. Hoy tenemos colegios para niños y discípulos de toda Europa".
¿El karma al final fue para bien, si no, no se hubiese iluminado a los 40, como dicen sus seguidores? "En la cárcel tenía que trabajar con ladrillos, también en el campo y lo hice, es mejor no enojarse, meditar con paciencia. Externamente no podía, pero me quedaba quieto, practicaba la calma y meditaba adentro en el amor y la compasión hacia todos, identificándome con mis maestros. La iluminación llega cuando la mente se realiza, sin pensamientos aflictivos, sin sufrimiento; las cosas positivas vienen, las negativas vienen e igual uno tiene amor por todos los seres, sin discriminación".
El propio Dalai Lama ha reconocido a Lama Garchen como un gran "bodisattva": alguien que no tiene ego, que solo renacería para ayudar a los demás, hasta que desaparezca el sufrimiento de todos los seres sin excepción. ¿Qué opina de los monjes de Birmania y su trágica revolución azafrán? "Los monjes quieren ayudar a más gente, lo hacen para ayudar". ¿Después de veinte años preso qué le pareció viajar a Occidente? "Tienen mucho ego, pero mucho conocimiento, mucha educación. Esto sirve a lo espiritual. Sin embargo, no respetan a padre y madre ni a sus maestros. Y el primer amor y compasión es por la madre y el padre".
EL FIN DE LOS FINES
Lama Garchen es uno de los budistas que más amor ha demostrado por el cristianismo. "Cristo es un 'bodisattva', un iluminado que enseñó amor, compasión, generosidad, moralidad, paciencia y perdonó a quienes lo mataron. Entonces tiene mucho conocimiento, quiere sacar a todos los seres de los sufrimientos infernales".
Si hay algo que cuesta a los occidentales con respecto al budismo, es que no conciben a un Dios, no lo niegan (no son ateos) ni lo afirman. "Dios es como la iluminación de tu mente. Dios es el amor y la compasión. El budista también lo cree, pero de frente", sonríe entusiasmado y se levanta, como si quisiera jugar yan ken po con los pies. ¿Si es tan feliz, ya nunca llora, ha abolido sus lágrimas? "No, pero cuando miro el sufrimiento del mundo puedo llorar porque hay compasión, no quiero sus sufrimientos. Pero normalmente soy feliz, estoy en paz hasta lograr la iluminación de todos los seres". Hasta lograr el paraíso en la mente, en buen cristiano. O la iluminación de todas y cada una de sus madres, en buen budista.
Y sin embargo, ama a China...
En 1950, el ejército chino invadió el Tíbet, que era un Estado teocrático, esgrimiendo que formaba parte de su territorio; y venció con facilidad al desmedrado ejército tibetano. En 1959 bombardeó y aplastó todos los focos rebeldes, ocasionando la muerte de miles de tibetanos que no estaban de acuerdo con la actitud no violenta de sus lamas. Ese año el decimocuarto Dalai Lama, quien era el tradicional gobernante del país, huyó a la India, a los 15 años, disfrazado de militar. Y estableció en la frontera un gobierno en el exilio.
En 1965 China culminó la desposesión de las tierras, la secularización de la vida social, la construcción de carreteras con la esclavitud de mano forzosa tibetana y, un año después, con la revolución cultural maoísta, destruyó más de 6 mil monasterios junto con millares de tesoros y escritos de los lamas. Cientos de estos fueron torturados, ejecutados públicamente y apresados. (Hoy la libertad religiosa --al estilo del capitalismo de Estado-- ha sido reasumida, siempre que no tenga cuestionamientos políticos). El Tíbet, junto con la India, siempre suscitó la fascinación occidental por lo místico. Fue notorio un occidental que se hizo pasar por monje tibetano, Lobsang Rampa, para escribir un 'best seller' "El tercer ojo". Aquí contaba una rocambolesca operación de taladro al entrecejo. También ha motivado fascinación en el cine actual, sobre todo con "Siete años en el Tíbet", de Jean-Jacques Annaud, "El pequeño Buda", de Bernardo Bertolucci, y "Kundun", de Martin Scorsese. (La cosmovisión budista puede entreverse en la primera película de la saga "Matrix").
http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2008-01-06/lama-garchen-simbolo-perdon-y-no-violencia.html
Y la ira se irá: De todas las emociones la ira es la peor. Te destruirá a ti y a los otros. Si atacas una vez, ellos lo harán dos veces y así por siempre. Piensa que si la ira surge nuevamente es como cometer suicidio, vivifica Lama Garchen, el monje tibetano de 72 años quien ríe por el mundo con una ingrávida enseñanza: "Concibe y trata a todos los seres vivientes como si fueran tus madres". Sobre todo a quienes te hacen daño. Por eso, él dedica su mayor cariño de hijo fiel a los chinos en el poder.
Extraña, incómoda, sospechosa, difícil de creer esta enseñanza de amor incondicional en un mundo en que todos somos metafóricos israelíes y palestinos en pugna. De todas las emociones la ira es la peor. ¿Cómo puede querer a sus celadores alguien que en 1959, a los 24 años, concentrado en alcanzar la iluminación, fue apresado en medio de incompasivos bombardeos y llevado a las penumbras de un campo de concentración? Te destruirá a ti y a los otros. Como que esa no es la forma nacionalista o globalizada de luchar contra una ocupación que hizo de esta tierra con pueblos asentados a 4.500 metros sobre el nivel del mar y circundada por las cordilleras con mayor altitud del planeta (en la frontera con Nepal se encuentra el Everest) una subdivisión administrativa y autónoma de China. Si atacas una vez, ellos lo harán dos veces y así por siempre. Pero lo único que hizo Garchen fue meditar en secreto, con la suerte de encontrarse raudamente, en los trabajos forzados, con su maestro Khempo Münsel. Piensa que si la ira surge nuevamente es como cometer suicidio. Y, por esto, lejos de matarse, se iluminó en la cárcel.
HISTORIA DE LA LUZ
Hay una historia inusual. La del abad del monasterio Namgyal que también fue liberado después de veinte años, a quien el Dalai Lama le preguntó si en esos lóbregos años había sentido miedo y aquel respondió: "Sí, mi mayor miedo fue perder la compasión por mis captores". El caso de Lama Garchen es aun más inusitado porque dice, con la sonrisa que tendría un niño que es elegido "mejor amigo" en el colegio todas las primaveras, que ese miedo jamás lo encarceló.
Hay que conocer su historia para entender a este inaudito hombre que al verlo suscita sentimientos paternales (alguien una vez se preguntó qué pasaría si concibiéramos lo supremo más que como un padre, como un hijo; ¿qué tan inédito sería ese amor?), que hace bromas infantiles sin idioma, ríe de ceja a ceja y cuya única solemnidad es hacer girar sin aburrimiento su molino de oración.
Garchen es un maestro del linaje Drikung Kagyu del budismo mahayana. El mahayana o Gran Vehículo no solo busca la liberación personal del sufrimiento, sino que cada acto, cada sensación, cada pensamiento, cada propósito esté inspirado en conseguir la iluminación total de todos los que llaman "seres sintientes" (es decir, desde un ser humano --sea tirano, torturador u hombre digno-- hasta los insectos, plantas y bacterias).
Ellos llaman a este mundo que vivimos samsara: una ilusión de la mente que nos obliga a la cadena de vivir, morir y renacer en el sufrimiento. La iluminación sería la liberación completa de los apegos y deseos de esa mente ilusoria y sufriente en un nirvana: un estado eterno e inefable de amor, compasión, sabiduría, gozo y libertad absoluta, donde desaparece cualquier dualidad (vida-muerte, amor-odio, material-espiritual...); más allá de toda frontera, tiempo y espacio. La llave para lograrlo sería la meditación.
El procedimiento budista tibetano del reconocimiento de un gran lama es complejo y mágico para los occidentales. Siguiendo su cosmovisión tiene que ser un renacido, que será reconocido por otros eminencias en sueños, por astrología u oráculos. En el caso de Garchen los maestros miraron un lago divino: "y ahí se vio como en un espejo dónde encontrarlo". Así fueron a buscarlo a su paupérrimo pueblo, al que se llegaba cabalgando un mes a caballo, en la diluida frontera con China.
Siguiendo la cosmología de la reencarnación: En el siglo XIII, Garchen habría sido un prominente maestro fundador, Siddha Gar Chodingpa; y en el siglo VII, en la India (el budismo nació allí), fue Aryadeva, el ministro del Rey del Dharma Songstsen Gampo. Por esto, fue entronizado a los 7 años cuando lo llevaron al monasterio Hlo Miyal, que administró desde los 11 años (la sabiduría precoz es un valor en el Tíbet).
PREGUNTAS SIN PAZ
Sólo habla tibetano este lama que fue liberado por presión internacional en 1979 y a partir de esa fecha se afanó en la reconstrucción del monasterio Drikung Kagyu, en reestablecer las enseñanzas antiguas y en construir escuelas para niños del Tíbet oriental. Por eso, conversar con él fue difícil. Sobre todo hablar de China, porque lo expone a que le prohíban ingresar otra vez. ¿Pero cómo alguien podría vedarle el ingreso a un monje que ama a los chinos en el poder más que ellos mismos, que jamás habla mal de ese país pese a todo y que en el colmo de la generosidad los mira como si fueran sus madres?
Garchen hace gestos risueños como si quisiera ponerse a jugar adivinanzas y trabalenguas. Y en triple traducción responde algunas preguntas más por simpatía, porque preferiría hablar del dharma (la enseñanza). ¿Los comunistas dicen que el Tíbet antes era una dictadura oscurantista de lamas, que era muy pobre y tampoco había democracia que reivindicar? "Antes los lamas y los reyes tenían el poder, es cierto. Había lamas ricos y pobres, monasterios ricos y pobres, como ahora. No es quitando que se soluciona, ahora hay más delincuencia, más pobres, es más peligroso. Pero todo es el karma".
Karma es la ley de causa y efecto, la traducción oriental de la justicia divina: "el que la hace, la paga", "el que a hierro mata, a hierro muere", "todo rebota", "no hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti". ¿Entonces qué pasó con el Tíbet, tenía un mal karma colectivo, antes fueron ustedes quienes dominaron a la fuerza y se están purificando? "Sí. Todo tiene karma y a eso se debe el sufrimiento. Mucha gente tiene rencor, heridas por lo que le pasa... Pero no hay que pensar que es bueno o malo sino karma, sin juzgar. Cuando estuve preso desde los 24 hasta los 44, yo pensé en el karma sin odio y meditando encontré paz, felicidad, sin resentimientos". ¿Se merecía usted separarse de su familia y sus maestros? "Mi familia huyó a otro país. Cuando estuve en la cárcel, muchas personas sufrieron daños y cuando salí regresé a mi pueblo y vi a la gente sin educación, con mi monasterio destruido y con ayuda de muchos países iniciamos su reconstrucción. Hoy tenemos colegios para niños y discípulos de toda Europa".
¿El karma al final fue para bien, si no, no se hubiese iluminado a los 40, como dicen sus seguidores? "En la cárcel tenía que trabajar con ladrillos, también en el campo y lo hice, es mejor no enojarse, meditar con paciencia. Externamente no podía, pero me quedaba quieto, practicaba la calma y meditaba adentro en el amor y la compasión hacia todos, identificándome con mis maestros. La iluminación llega cuando la mente se realiza, sin pensamientos aflictivos, sin sufrimiento; las cosas positivas vienen, las negativas vienen e igual uno tiene amor por todos los seres, sin discriminación".
El propio Dalai Lama ha reconocido a Lama Garchen como un gran "bodisattva": alguien que no tiene ego, que solo renacería para ayudar a los demás, hasta que desaparezca el sufrimiento de todos los seres sin excepción. ¿Qué opina de los monjes de Birmania y su trágica revolución azafrán? "Los monjes quieren ayudar a más gente, lo hacen para ayudar". ¿Después de veinte años preso qué le pareció viajar a Occidente? "Tienen mucho ego, pero mucho conocimiento, mucha educación. Esto sirve a lo espiritual. Sin embargo, no respetan a padre y madre ni a sus maestros. Y el primer amor y compasión es por la madre y el padre".
EL FIN DE LOS FINES
Lama Garchen es uno de los budistas que más amor ha demostrado por el cristianismo. "Cristo es un 'bodisattva', un iluminado que enseñó amor, compasión, generosidad, moralidad, paciencia y perdonó a quienes lo mataron. Entonces tiene mucho conocimiento, quiere sacar a todos los seres de los sufrimientos infernales".
Si hay algo que cuesta a los occidentales con respecto al budismo, es que no conciben a un Dios, no lo niegan (no son ateos) ni lo afirman. "Dios es como la iluminación de tu mente. Dios es el amor y la compasión. El budista también lo cree, pero de frente", sonríe entusiasmado y se levanta, como si quisiera jugar yan ken po con los pies. ¿Si es tan feliz, ya nunca llora, ha abolido sus lágrimas? "No, pero cuando miro el sufrimiento del mundo puedo llorar porque hay compasión, no quiero sus sufrimientos. Pero normalmente soy feliz, estoy en paz hasta lograr la iluminación de todos los seres". Hasta lograr el paraíso en la mente, en buen cristiano. O la iluminación de todas y cada una de sus madres, en buen budista.
Y sin embargo, ama a China...
En 1950, el ejército chino invadió el Tíbet, que era un Estado teocrático, esgrimiendo que formaba parte de su territorio; y venció con facilidad al desmedrado ejército tibetano. En 1959 bombardeó y aplastó todos los focos rebeldes, ocasionando la muerte de miles de tibetanos que no estaban de acuerdo con la actitud no violenta de sus lamas. Ese año el decimocuarto Dalai Lama, quien era el tradicional gobernante del país, huyó a la India, a los 15 años, disfrazado de militar. Y estableció en la frontera un gobierno en el exilio.
En 1965 China culminó la desposesión de las tierras, la secularización de la vida social, la construcción de carreteras con la esclavitud de mano forzosa tibetana y, un año después, con la revolución cultural maoísta, destruyó más de 6 mil monasterios junto con millares de tesoros y escritos de los lamas. Cientos de estos fueron torturados, ejecutados públicamente y apresados. (Hoy la libertad religiosa --al estilo del capitalismo de Estado-- ha sido reasumida, siempre que no tenga cuestionamientos políticos). El Tíbet, junto con la India, siempre suscitó la fascinación occidental por lo místico. Fue notorio un occidental que se hizo pasar por monje tibetano, Lobsang Rampa, para escribir un 'best seller' "El tercer ojo". Aquí contaba una rocambolesca operación de taladro al entrecejo. También ha motivado fascinación en el cine actual, sobre todo con "Siete años en el Tíbet", de Jean-Jacques Annaud, "El pequeño Buda", de Bernardo Bertolucci, y "Kundun", de Martin Scorsese. (La cosmovisión budista puede entreverse en la primera película de la saga "Matrix").
lunes, enero 07, 2008
Querer es poder
Fuente: http://www.tendencias21.net/Querer-es-poder_a1989.html?PHPSESSID=e9142edb408cae941c3ebf6d615d32b2
Querer es poder
La impresionante plasticidad del cerebro abre infinitas posibilidades a la transformación humana
Cada persona puede, si quiere, transformarse a sí misma y a su realidad. Es una enseñanza que procede no sólo de la tradición oral (querer es poder), sino del budismo. Recientes investigaciones científicas corroboran además la validez de esta capacidad humana: somos libres para decidir qué tipo de persona deseamos ser. La piedra filosofal para la transformación es una mezcla de la voluntad, la intención y de la impresionante plasticidad del cerebro. La meditación permite cultivar cualidades nuevas que poco a poco se van incorporando de forma natural a la vida cotidiana. Por Angela Boto.
Cuando era pequeña mi abuela me repetía “querer es poder”. Aquello me ponía furiosa porque me daba la impresión de que no comprendía mis dificultades para lograr algunas cosas y que no veía los obstáculos que me encontraba en el camino. Después de los años y de alguna que otra lectura, he tenido que admitir que aquella dulce mujer que apenas había pisado una escuela, se había, con su rica sabiduría popular, adelantado a las conclusiones de las investigaciones neurocientíficas del nuevo milenio y al mismo tiempo, estaba describiendo los principios básicos de una tradición filosófico-espiritual que ni siquiera sabía que existía, el budismo. La enseñanza profunda que trataba de transmitirme mi abuela era que cada uno de nosotros puede, si quiere, transformarse a sí mismo y por extensión, su realidad. Del mismo modo, desde hace siglos los budistas sostienen que tenemos la capacidad de convertir el dolor en sabiduría, la envidia en compasión, la angustia en esperanza; que tenemos en nuestra mano la posibilidad de borrar las heridas del pasado y esculpir un futuro. Podemos aprender a ser felices y plenos. En los reinos de la ciencia, sin embargo, siempre se había pensado lo contrario. El cerebro, el capitán general de nuestro comportamiento y nuestro sentir, es inamovible, decían. No sólo no se puede cambiar, añadían, sino que a lo largo de la vida vamos perdiendo neuronas que nunca más se vuelven a recuperar. Fatalidad irreal Pero los últimos años de investigación neurocientífica demuestran que semejante fatalidad no es real. Más bien todo lo contrario. Y he ahí que la ciencia demuestra los principios del budismo: con la intención, con la voluntad, con el deseo se cambia lo que antes se consideraba escrito en piedra: la arquitectura cerebral. Desde hace dos décadas el Dalai Lama se reúne periódicamente con neurocientíficos occidentales con el objetivo de aunar dos aproximaciones con orígenes muy diferentes, pero con el objetivo común de comprender la mente humana, su realidad y los caminos para alcanzar el bienestar. De estos encuentros han salido infinidad de proyectos y datos muy valiosos. El Dalai Lama ha insistido desde el principio en que la fuerza de la mente puede cambiar el cerebro y con él nuestra manera de vivir y de crear el mundo que nos rodea. Sin embargo, ésta era una hipótesis difícil de aceptar para los científicos. La reunión de 2004 en Dharamsala (India) entre ciencia y budismo tuvo como tema de discusión la mencionada propuesta de Su Santidad. Parece que los investigadores han tenido que plegarse a las evidencias de los estudios y dar la razón al budismo. La periodista científica Sharon Begley ha recogido el encuentro en el libro Train your mind, change your brain (entrena tu mente, cambia tu cerebro), que acaba de publicarse en Estados Unidos, y en él se puede leer la siguiente cita de Michael Merzenich, un neurocientífico de la Universidad de California-San Francisco (EEUU), que testifica el cambio de pensamiento: “cada momento elegimos y esculpimos cómo va a trabajar nuestra siempre cambiante mente, elegimos quién seremos en el momento siguiente”. O dicho de otro modo, somos libres para decidir qué tipo de persona deseamos ser. La piedra filosofal La piedra filosofal para la transformación mental es una mezcla del querer es poder, es decir, de la voluntad, la intención o la fuerza de la mente y de la impresionante plasticidad del cerebro. Al igual que el entrenamiento físico fortalece los músculos, el entrenamiento mental modifica los circuitos del cerebro en la dirección que deseamos. Si uno se empeña y lo desea puede construir y potenciar los circuitos de la felicidad, de la armonía, de la empatía y todo el etcétera que se quiera. Para los budistas el entrenamiento mental por excelencia, la herramienta para cambiar el cerebro y la realidad, es la meditación. Así, el Dalai Lama habla del arte de la felicidad y cuenta su propio cambio gracias a la meditación. Explica que cuando era joven se enfadaba con mucha frecuencia y sentía rabia. Ahora, tras muchos años de meditación, esas emociones se han esfumado y no es porque pueda controlarlas, sino porque ni siquiera se presentan en su vida. Pero por supuesto no hace falta ser un monje budista para disfrutar de los efectos transformadores y creativos de la meditación. David Lynch, el siempre sorprendente director de cine, en su libro Catching the big fish (Atrapar el pez grande), explica cómo esa técnica ha influido en su creatividad y en su consciencia: “cuando buceas en tu interior, el auténtico ser está ahí y la verdadera felicidad está ahí. Hay un océano enorme, sin límites, de ella”. Nuevas cualidades La meditación permite cultivar cualidades nuevas que poco a poco se van incorporando de forma natural a la vida cotidiana. En un principio hay que tener la voluntad para dirigir la mente hacia el lugar que deseamos y de este modo se comienzan a formar nuevas conexiones cerebrales que son primero caminos y con el tiempo se convierten en autopistas cerebrales para la alegría, la compasión, la empatía… Para eliminar los pensamientos o emociones negativas no hay que luchar contra ellas sino reemplazarlas por otras positivas. Decir “no a la guerra” es seguir dando protagonismo al conflicto, afirmar “sí a la paz” crea un nuevo circuito y borra la huella de la guerra. Numerosos experimentos han demostrado que la práctica de la meditación altera la geografía neuronal de modo que se potencia la actividad en áreas relacionadas con las emociones positivas, el bienestar y la felicidad. “Lo que estamos viendo es que la felicidad no es simplemente un estado, sino que es un producto de habilidades que se pueden mejorar con entrenamiento mental”, afirma Richard Davidson de la Universidad de Wisconsin-Madison (EEUU), uno de los primeros investigadores en llenar el cráneo de los monjes budistas de electrodos. Y de nuevo no es necesario ser un monje budista o pasar horas en estado meditativo: se ha visto que incluso las formas más básicas de entrenamiento mental producen efectos positivos. Se puede considerar como si se educara a un niño jugando, pero en este caso el niño es nuestro propio cerebro. Es lógico que los efectos en el cerebro de los monjes sean mucho más significativos, pero con tan solo una semana de meditación ya se pueden observar cambios en el cerebro de personas que nunca antes habían practicado esta técnica. La diferencia es que están más activas las áreas asociadas con el bienestar y el pensamiento positivo. Una clave muy importante para la transformación es la observación de uno mismo, ese buceo interior del que habla David Lynch. Experimento de Schwartz Un ejemplo clarificador de esta mirada interior es un experimento realizado por Jeffrey Schwartz, neuropsiquiatra de la Universidad de California-Los Ángeles (EEUU), con personas que padecían trastorno obsesivo compulsivo – la patología de las manías como el personaje de Jack Nicholson en Mejor Imposible que no dejaba de lavarse las manos y cada vez estrenaba una pastilla de jabón. Schwartz, budista y practicante de la meditación, quiso comprobar el potencial terapéutico de ésta. Siguiendo la idea de lo que se conoce como meditación consciente, es decir, observar lo que ocurre en el interior sin juzgar, enseñó a sus pacientes a separarse de su enfermedad; a observar los síntomas con la parte más lúcida de ellos mismos reconociendo que sólo eran manifestaciones de su trastorno. Una semana de entrenamiento fue suficiente para que los pacientes afirmaran que sentían que la enfermedad había dejado de controlarlos. Pero lo más extraordinario y sorprendente para los científicos fue que las pruebas de imagen cerebral demostraban que sus redes neuronales habían cambiado. La simple educación mental había reducido la actividad en los circuitos cerebrales que causan la enfermedad. Se han obtenido resultados similares en casos de depresión, pero no hace falta sentirse mal para comenzar a entrenar la mente y modificar nuestras vivencias. De hecho, otro de los principios fascinantes del budismo es que afirma que la realidad exterior es el producto de nuestras proyecciones. De modo que si se modifica el interior, el resto también cambiará. La influencia del entorno Hay quienes aseguran que todos deberíamos hacernos preguntas sobre nuestros conflictos internos a la vista de los que se producen en el mundo. Quizá una de las zonas donde los conflictos son más profundos es en Oriente Próximo. Y precisamente en la Universidad Bar Ilan de Israel, bajo la dirección de Phillip Shaver y Mario Mikulincer, se han llevado a cabo varios experimentos con conclusiones particularmente interesantes para esa zona del planeta. Un grupo de estudiantes israelíes judíos evaluó a otro grupo de estudiantes. Aunque los examinados eran todos judíos, Shaver y Mikulincer manipularon los datos e hicieron creer a los examinadores que algunos de ellos eran árabes. Como seguramente muchos supondrán, la percepción de los evaluadores fue mucho más negativa cuando pensaban que estaban ante un árabe. Los encontraban impulsivos, vagos, conflictivos… Pero hay esperanza. Cuando los científicos hicieron a los examinadores que recordaran momentos en los que alguien les daba amor, las calificaciones cambiaban radicalmente. Ya no había diferencia alguna en la percepción de judíos y árabes. Los experimentos se repitieron empleando distintos tipos de imágenes mentales, por ejemplo, sentirse rodeado de gente que te ama, te apoya y que está dispuesta a ayudarte y los resultados fueron siempre los mismos. Conclusión conmovedora La conclusión es conmovedora y esperanzadora. Los recuerdos de amor, de apoyo, activan circuitos mentales relacionados con la sensación de seguridad emocional, de solidez y de autoestima. Entonces el mundo y las personas que nos rodean se ven a través de ese cristal y lo que se percibe es tolerancia, comprensión, apertura y empatía. Cuando el mundo interior está en paz y armonía, el mundo exterior se contagia de esa paz y armonía. Y aquí es donde volvemos a encontrarnos con el budismo. Una de las formas principales de meditación está orientada a la compasión y su objetivo es entrenar la mente para alcanzar una profunda empatía por todos los seres vivos. Entre las técnicas que los budistas emplean para potenciar la compasión está revivir el amor de la madre. Continuando con los cuidados maternos, llegamos a la parte más extraordinaria del asunto. Con el “querer” se puede incluso doblegar la genética, burlar el supuesto determinismo del ADN. Los cambios que incorporamos a nuestro comportamiento a base de cultivar lo mejor de nosotros mismos se transmiten a las generaciones futuras igual que ocurre con el color de los ojos o de la piel. La ciencia lo ha constatado con animales de laboratorio en los que es posible hacer un estudio tan complejo. Amor maternal recuperado Los trabajos de Michael Meaney de la McGill Universitiy en Montreal (Canadá) han demostrado que ratas nacidas de madres poco amorosas repetían el comportamiento de sus progenitoras con sus propias crías. Sin embargo, cuando las hijas de las descuidadas madres eran criadas por otras cariñosas y solícitas dejaban de lado la genética y se volvían como sus progenitoras adoptivas. En la siguiente generación, aquellas que estaban abocadas por sus genes a no ocuparse de sus vástagos dieron un golpe de timón y cambiaron el curso de su descendencia. Si algo así se puede lograr con sólo el instinto animal, imaginemos hasta dónde se puede llegar con la voluntad consciente. Definitivamente “querer es poder”.
Viernes 04 Enero 2008
Querer es poder
La impresionante plasticidad del cerebro abre infinitas posibilidades a la transformación humana
Cada persona puede, si quiere, transformarse a sí misma y a su realidad. Es una enseñanza que procede no sólo de la tradición oral (querer es poder), sino del budismo. Recientes investigaciones científicas corroboran además la validez de esta capacidad humana: somos libres para decidir qué tipo de persona deseamos ser. La piedra filosofal para la transformación es una mezcla de la voluntad, la intención y de la impresionante plasticidad del cerebro. La meditación permite cultivar cualidades nuevas que poco a poco se van incorporando de forma natural a la vida cotidiana. Por Angela Boto.
Cuando era pequeña mi abuela me repetía “querer es poder”. Aquello me ponía furiosa porque me daba la impresión de que no comprendía mis dificultades para lograr algunas cosas y que no veía los obstáculos que me encontraba en el camino. Después de los años y de alguna que otra lectura, he tenido que admitir que aquella dulce mujer que apenas había pisado una escuela, se había, con su rica sabiduría popular, adelantado a las conclusiones de las investigaciones neurocientíficas del nuevo milenio y al mismo tiempo, estaba describiendo los principios básicos de una tradición filosófico-espiritual que ni siquiera sabía que existía, el budismo. La enseñanza profunda que trataba de transmitirme mi abuela era que cada uno de nosotros puede, si quiere, transformarse a sí mismo y por extensión, su realidad. Del mismo modo, desde hace siglos los budistas sostienen que tenemos la capacidad de convertir el dolor en sabiduría, la envidia en compasión, la angustia en esperanza; que tenemos en nuestra mano la posibilidad de borrar las heridas del pasado y esculpir un futuro. Podemos aprender a ser felices y plenos. En los reinos de la ciencia, sin embargo, siempre se había pensado lo contrario. El cerebro, el capitán general de nuestro comportamiento y nuestro sentir, es inamovible, decían. No sólo no se puede cambiar, añadían, sino que a lo largo de la vida vamos perdiendo neuronas que nunca más se vuelven a recuperar. Fatalidad irreal Pero los últimos años de investigación neurocientífica demuestran que semejante fatalidad no es real. Más bien todo lo contrario. Y he ahí que la ciencia demuestra los principios del budismo: con la intención, con la voluntad, con el deseo se cambia lo que antes se consideraba escrito en piedra: la arquitectura cerebral. Desde hace dos décadas el Dalai Lama se reúne periódicamente con neurocientíficos occidentales con el objetivo de aunar dos aproximaciones con orígenes muy diferentes, pero con el objetivo común de comprender la mente humana, su realidad y los caminos para alcanzar el bienestar. De estos encuentros han salido infinidad de proyectos y datos muy valiosos. El Dalai Lama ha insistido desde el principio en que la fuerza de la mente puede cambiar el cerebro y con él nuestra manera de vivir y de crear el mundo que nos rodea. Sin embargo, ésta era una hipótesis difícil de aceptar para los científicos. La reunión de 2004 en Dharamsala (India) entre ciencia y budismo tuvo como tema de discusión la mencionada propuesta de Su Santidad. Parece que los investigadores han tenido que plegarse a las evidencias de los estudios y dar la razón al budismo. La periodista científica Sharon Begley ha recogido el encuentro en el libro Train your mind, change your brain (entrena tu mente, cambia tu cerebro), que acaba de publicarse en Estados Unidos, y en él se puede leer la siguiente cita de Michael Merzenich, un neurocientífico de la Universidad de California-San Francisco (EEUU), que testifica el cambio de pensamiento: “cada momento elegimos y esculpimos cómo va a trabajar nuestra siempre cambiante mente, elegimos quién seremos en el momento siguiente”. O dicho de otro modo, somos libres para decidir qué tipo de persona deseamos ser. La piedra filosofal La piedra filosofal para la transformación mental es una mezcla del querer es poder, es decir, de la voluntad, la intención o la fuerza de la mente y de la impresionante plasticidad del cerebro. Al igual que el entrenamiento físico fortalece los músculos, el entrenamiento mental modifica los circuitos del cerebro en la dirección que deseamos. Si uno se empeña y lo desea puede construir y potenciar los circuitos de la felicidad, de la armonía, de la empatía y todo el etcétera que se quiera. Para los budistas el entrenamiento mental por excelencia, la herramienta para cambiar el cerebro y la realidad, es la meditación. Así, el Dalai Lama habla del arte de la felicidad y cuenta su propio cambio gracias a la meditación. Explica que cuando era joven se enfadaba con mucha frecuencia y sentía rabia. Ahora, tras muchos años de meditación, esas emociones se han esfumado y no es porque pueda controlarlas, sino porque ni siquiera se presentan en su vida. Pero por supuesto no hace falta ser un monje budista para disfrutar de los efectos transformadores y creativos de la meditación. David Lynch, el siempre sorprendente director de cine, en su libro Catching the big fish (Atrapar el pez grande), explica cómo esa técnica ha influido en su creatividad y en su consciencia: “cuando buceas en tu interior, el auténtico ser está ahí y la verdadera felicidad está ahí. Hay un océano enorme, sin límites, de ella”. Nuevas cualidades La meditación permite cultivar cualidades nuevas que poco a poco se van incorporando de forma natural a la vida cotidiana. En un principio hay que tener la voluntad para dirigir la mente hacia el lugar que deseamos y de este modo se comienzan a formar nuevas conexiones cerebrales que son primero caminos y con el tiempo se convierten en autopistas cerebrales para la alegría, la compasión, la empatía… Para eliminar los pensamientos o emociones negativas no hay que luchar contra ellas sino reemplazarlas por otras positivas. Decir “no a la guerra” es seguir dando protagonismo al conflicto, afirmar “sí a la paz” crea un nuevo circuito y borra la huella de la guerra. Numerosos experimentos han demostrado que la práctica de la meditación altera la geografía neuronal de modo que se potencia la actividad en áreas relacionadas con las emociones positivas, el bienestar y la felicidad. “Lo que estamos viendo es que la felicidad no es simplemente un estado, sino que es un producto de habilidades que se pueden mejorar con entrenamiento mental”, afirma Richard Davidson de la Universidad de Wisconsin-Madison (EEUU), uno de los primeros investigadores en llenar el cráneo de los monjes budistas de electrodos. Y de nuevo no es necesario ser un monje budista o pasar horas en estado meditativo: se ha visto que incluso las formas más básicas de entrenamiento mental producen efectos positivos. Se puede considerar como si se educara a un niño jugando, pero en este caso el niño es nuestro propio cerebro. Es lógico que los efectos en el cerebro de los monjes sean mucho más significativos, pero con tan solo una semana de meditación ya se pueden observar cambios en el cerebro de personas que nunca antes habían practicado esta técnica. La diferencia es que están más activas las áreas asociadas con el bienestar y el pensamiento positivo. Una clave muy importante para la transformación es la observación de uno mismo, ese buceo interior del que habla David Lynch. Experimento de Schwartz Un ejemplo clarificador de esta mirada interior es un experimento realizado por Jeffrey Schwartz, neuropsiquiatra de la Universidad de California-Los Ángeles (EEUU), con personas que padecían trastorno obsesivo compulsivo – la patología de las manías como el personaje de Jack Nicholson en Mejor Imposible que no dejaba de lavarse las manos y cada vez estrenaba una pastilla de jabón. Schwartz, budista y practicante de la meditación, quiso comprobar el potencial terapéutico de ésta. Siguiendo la idea de lo que se conoce como meditación consciente, es decir, observar lo que ocurre en el interior sin juzgar, enseñó a sus pacientes a separarse de su enfermedad; a observar los síntomas con la parte más lúcida de ellos mismos reconociendo que sólo eran manifestaciones de su trastorno. Una semana de entrenamiento fue suficiente para que los pacientes afirmaran que sentían que la enfermedad había dejado de controlarlos. Pero lo más extraordinario y sorprendente para los científicos fue que las pruebas de imagen cerebral demostraban que sus redes neuronales habían cambiado. La simple educación mental había reducido la actividad en los circuitos cerebrales que causan la enfermedad. Se han obtenido resultados similares en casos de depresión, pero no hace falta sentirse mal para comenzar a entrenar la mente y modificar nuestras vivencias. De hecho, otro de los principios fascinantes del budismo es que afirma que la realidad exterior es el producto de nuestras proyecciones. De modo que si se modifica el interior, el resto también cambiará. La influencia del entorno Hay quienes aseguran que todos deberíamos hacernos preguntas sobre nuestros conflictos internos a la vista de los que se producen en el mundo. Quizá una de las zonas donde los conflictos son más profundos es en Oriente Próximo. Y precisamente en la Universidad Bar Ilan de Israel, bajo la dirección de Phillip Shaver y Mario Mikulincer, se han llevado a cabo varios experimentos con conclusiones particularmente interesantes para esa zona del planeta. Un grupo de estudiantes israelíes judíos evaluó a otro grupo de estudiantes. Aunque los examinados eran todos judíos, Shaver y Mikulincer manipularon los datos e hicieron creer a los examinadores que algunos de ellos eran árabes. Como seguramente muchos supondrán, la percepción de los evaluadores fue mucho más negativa cuando pensaban que estaban ante un árabe. Los encontraban impulsivos, vagos, conflictivos… Pero hay esperanza. Cuando los científicos hicieron a los examinadores que recordaran momentos en los que alguien les daba amor, las calificaciones cambiaban radicalmente. Ya no había diferencia alguna en la percepción de judíos y árabes. Los experimentos se repitieron empleando distintos tipos de imágenes mentales, por ejemplo, sentirse rodeado de gente que te ama, te apoya y que está dispuesta a ayudarte y los resultados fueron siempre los mismos. Conclusión conmovedora La conclusión es conmovedora y esperanzadora. Los recuerdos de amor, de apoyo, activan circuitos mentales relacionados con la sensación de seguridad emocional, de solidez y de autoestima. Entonces el mundo y las personas que nos rodean se ven a través de ese cristal y lo que se percibe es tolerancia, comprensión, apertura y empatía. Cuando el mundo interior está en paz y armonía, el mundo exterior se contagia de esa paz y armonía. Y aquí es donde volvemos a encontrarnos con el budismo. Una de las formas principales de meditación está orientada a la compasión y su objetivo es entrenar la mente para alcanzar una profunda empatía por todos los seres vivos. Entre las técnicas que los budistas emplean para potenciar la compasión está revivir el amor de la madre. Continuando con los cuidados maternos, llegamos a la parte más extraordinaria del asunto. Con el “querer” se puede incluso doblegar la genética, burlar el supuesto determinismo del ADN. Los cambios que incorporamos a nuestro comportamiento a base de cultivar lo mejor de nosotros mismos se transmiten a las generaciones futuras igual que ocurre con el color de los ojos o de la piel. La ciencia lo ha constatado con animales de laboratorio en los que es posible hacer un estudio tan complejo. Amor maternal recuperado Los trabajos de Michael Meaney de la McGill Universitiy en Montreal (Canadá) han demostrado que ratas nacidas de madres poco amorosas repetían el comportamiento de sus progenitoras con sus propias crías. Sin embargo, cuando las hijas de las descuidadas madres eran criadas por otras cariñosas y solícitas dejaban de lado la genética y se volvían como sus progenitoras adoptivas. En la siguiente generación, aquellas que estaban abocadas por sus genes a no ocuparse de sus vástagos dieron un golpe de timón y cambiaron el curso de su descendencia. Si algo así se puede lograr con sólo el instinto animal, imaginemos hasta dónde se puede llegar con la voluntad consciente. Definitivamente “querer es poder”.
Viernes 04 Enero 2008
domingo, enero 06, 2008
sábado, enero 05, 2008
Bill Evans - Waltz For Debby
Parece ser que cada vez que se sienta delante de un piano, Bebo Valdés interpreta este maravilloso tema
viernes, enero 04, 2008
El secreto para ser feliz
Hace muchísimos años, vivió en la India un sabio, de quien se decía que guardaba en un cofre encantado un gran secreto que lo hacía ser un triunfador en todos los aspectos de su vida y que, por eso, se consideraba el hombre más feliz del mundo.
Muchos reyes, envidiosos, le ofrecían poder y dinero, y hasta intentaron robarlo para obtener el cofre, pero todo era en vano.
Mientras más lo intentaban, más infelices eran, pues la envidia no los dejaba vivir.
Así pasaban los años y el sabio era cada día más feliz.
Un día llegó ante él un niño y le dijo: "Señor, al igual que tú, también quiero ser inmensamente feliz. ¿"Por qué no me enseñas que debo hacer para conseguirlo?”
El sabio, al ver la sencillez y la pureza del niño, le dijo: "A ti te enseñaré el secreto para ser feliz. Ven conmigo y presta mucha atención. En realidad son dos cofres en donde guardo el secreto para ser feliz y estos son mi mente y mi corazón, y el gran secreto no es otro que una serie de pasos que debes seguir a lo largo de la vida".
1. El primero, es saber que existe la presencia de Dios en todas las cosas de la vida, y por lo tanto, debes amarlo y darle gracias por todas las cosas que tienes.
2. El segundo, es que debes quererte a ti mismo, y todos los días al levantarte y al acostarte, debes afirmar: yo soy importante, yo valgo, soy capaz, soy inteligente, soy cariñoso, espero mucho de mí, no hay obstáculo que no pueda vencer: Este paso se llama autoestima alta.
3. El tercer paso es que debes poner en práctica todo lo que dices que eres, es decir, si piensas que eres inteligente, actúa inteligentemente; si piensas que eres capaz, haz lo que te propones; si piensas que eres cariñoso, expresa tú cariño; si piensas que no hay obstáculos que no puedas vencer, entonces proponte metas en tu vida y lucha por ellas hasta lograrlas. Este paso se llama motivación.
4. El cuarto paso es que no debes envidiar a nadie por lo que tiene o por lo que es, ellos alcanzaron su meta, logra tú las tuyas.
5. El quinto paso es que no debes albergar en tú corazón rencor hacia nadie; ese sentimiento no te dejará ser feliz; deja que las leyes de Dios hagan justicia, y tú perdona y olvida.
6. El sexto paso es que no debes tomar las cosas que no te pertenecen, recuerda que de acuerdo a las leyes de la naturaleza, mañana te quitarán algo de más valor.
7. El séptimo paso, es que no debes maltratar a nadie; todos los seres del mundo tenemos derecho a que se nos respete y se nos quiera.
8. Y por último, levántate siempre con una sonrisa en los labios, observa a tu alrededor y descubre en todas las cosas el lado bueno y bonito; piensa en lo afortunado que eres al tener todo lo que tienes; ayuda a los demás, sin pensar que vas a recibir nada a cambio; mira a las personas y descubre en ellas sus cualidades y dales también a ellos el secreto para ser triunfador y que de esta manera, puedan ser felices.
Muchos reyes, envidiosos, le ofrecían poder y dinero, y hasta intentaron robarlo para obtener el cofre, pero todo era en vano.
Mientras más lo intentaban, más infelices eran, pues la envidia no los dejaba vivir.
Así pasaban los años y el sabio era cada día más feliz.
Un día llegó ante él un niño y le dijo: "Señor, al igual que tú, también quiero ser inmensamente feliz. ¿"Por qué no me enseñas que debo hacer para conseguirlo?”
El sabio, al ver la sencillez y la pureza del niño, le dijo: "A ti te enseñaré el secreto para ser feliz. Ven conmigo y presta mucha atención. En realidad son dos cofres en donde guardo el secreto para ser feliz y estos son mi mente y mi corazón, y el gran secreto no es otro que una serie de pasos que debes seguir a lo largo de la vida".
1. El primero, es saber que existe la presencia de Dios en todas las cosas de la vida, y por lo tanto, debes amarlo y darle gracias por todas las cosas que tienes.
2. El segundo, es que debes quererte a ti mismo, y todos los días al levantarte y al acostarte, debes afirmar: yo soy importante, yo valgo, soy capaz, soy inteligente, soy cariñoso, espero mucho de mí, no hay obstáculo que no pueda vencer: Este paso se llama autoestima alta.
3. El tercer paso es que debes poner en práctica todo lo que dices que eres, es decir, si piensas que eres inteligente, actúa inteligentemente; si piensas que eres capaz, haz lo que te propones; si piensas que eres cariñoso, expresa tú cariño; si piensas que no hay obstáculos que no puedas vencer, entonces proponte metas en tu vida y lucha por ellas hasta lograrlas. Este paso se llama motivación.
4. El cuarto paso es que no debes envidiar a nadie por lo que tiene o por lo que es, ellos alcanzaron su meta, logra tú las tuyas.
5. El quinto paso es que no debes albergar en tú corazón rencor hacia nadie; ese sentimiento no te dejará ser feliz; deja que las leyes de Dios hagan justicia, y tú perdona y olvida.
6. El sexto paso es que no debes tomar las cosas que no te pertenecen, recuerda que de acuerdo a las leyes de la naturaleza, mañana te quitarán algo de más valor.
7. El séptimo paso, es que no debes maltratar a nadie; todos los seres del mundo tenemos derecho a que se nos respete y se nos quiera.
8. Y por último, levántate siempre con una sonrisa en los labios, observa a tu alrededor y descubre en todas las cosas el lado bueno y bonito; piensa en lo afortunado que eres al tener todo lo que tienes; ayuda a los demás, sin pensar que vas a recibir nada a cambio; mira a las personas y descubre en ellas sus cualidades y dales también a ellos el secreto para ser triunfador y que de esta manera, puedan ser felices.
jueves, enero 03, 2008
Dos frases
"Lo único que hace falta para que la maldad triunfe es que las personas buenas no hagan nada"
"El dolor es inevitable; el sufrimiento es opcional"
(Buda)
"El dolor es inevitable; el sufrimiento es opcional"
(Buda)
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