Entrada Original:
Siempre es el tiempo, y no merefiero al climatológico, sino la sumade años lo que me permite analizar con esa distancia temporal las sensacionesque me producen contemplar de nuevo estas fotografías. Ahora es cuando me doy cuenta de que fueronesos días los que delimitaron un antes ydespués de mi existencia.
Era un mes de Agosto, de un añoque no logro recordar (alguno de ellos me ayudará), cuando cuatro amigos provistos de mochilas, tienda de campaña,provisiones para unos días y una joya de vehículo para el transporte,emprendimos esta pequeña aventura que perdurará gracias al documento gráficoque aquí se muestra. No sé cómo surgió,quizás como lo hacíamos con aquellosveinte años de nuestra juventud, es decir, sin planificar, si preparar, sinproblemas para abandonar el hogar, sindestino, una verdadera aventura quizás surgida de aquellas conversacionesdiarias cuando los veranos significaban libertad de horarios, de días con horaseternas que no parecían tener fin en aquellas reuniones hasta la madrugada y enmi caso sin tener muy claro el caminoque debería de emprender al regreso.
Pero fue el transporte quien decidióel final del destino y Orlé el lugar donde instalamos el campo base denuestras operaciones. Todo era muydistinto, pero eso lo podemos analizar en este momento, hace treinta años no existíanestos planteamientos. Ahora, al contemplar el lugar donde instalamos la tienda(con permiso del propietario), cuando veo el fuego donde cocinábamos, algoimpensable ahora mismo en pleno Parque Natural; el riachuelo repleto de truchasque sólo teníamos que estirar la mano para pescarlas, con un silencio sóloroto por los cencerros del ganado cuando se dirigía a la montaña. Sí, ahoraparece idílico, pero en aquel momento era algo natural, consustancial almomento que vivíamos y que quizás no teníamos la necesidad de apreciar nivalorar en su justa medida.
Por eso el título, después de aquellotodo ha cambiado, pero al menos nosotroshemos podido disfrutar y contar que enalguna ocasión vivimos en la ÚLTIMA FRONTERA.